La nación cubana y la Cuba de los hermanos Castro

Mural pintado en una cafetería de Little Havana, Miami. (Flickr)
Mural pintado en una cafetería de Little Havana, Miami. (Flickr)
Jorge Hernández Fonseca

05 de enero 2016 - 12:27

Cuando el actual y voluminoso noticiero mundial habla sobre Cuba se sobreentiende que está hablando de la Cuba de los hermanos Castro. Esto, desde luego, para la cuarta parte de la población de la Isla –aquella que vive en el extranjero– es una inexactitud. La Cuba real es la suma de dos mundos separados: la isla gobernada por el castrismo y los cubanos que viven esparcidos por el resto del mundo.

En realidad, la nación cubana es una dicotomía. Existen la Cuba que sobrevive dentro de la isla, cuya aspiración básica es irse al extranjero para liberarse de una dictadura empobrecedora, y la Cuba que ha renacido lejos de su patria, en otras latitudes, que añoran y veneran la Isla. En realidad son dos Cubas: una sometida y pobre y otra pujante y rica, como era la Isla antes y lo será en el futuro. De alguna manera, Miami es lo que La Habana hubiera sido sin Fidel Castro.

Es importante decir que la Cuba anterior a la dictadura castrista tenía los mayores índices de desarrollo económico y social de toda la América Latina: la segunda mayor renta per cápita, el mayor consumo de electricidad por habitante, la menor tasa de analfabetismo, el mayor volumen de periódicos diarios publicados, el mayor índice de autos por habitante; la mayor tasa de consumo de proteínas, el mayor salario medio, una de las mayores tasas de consumo de proteínas y de reses por habitante, más cines que París y un largo etcétera que incluye haberle hecho la música al mundo de entonces.

El pueblo de Cuba luchó contra la anterior dictadura, pero nunca para implantar una sociedad empobrecedora y totalitaria como el absurdo impuesto por los hermanos Castro

Es verdad que antes de la dictadura castrista actual existió otra dictadura, pero esta se circunscribió a limitar las libertades políticas, permitiendo un desarrollo económico, social y humano típico del primer mundo. El pueblo de Cuba luchó contra la anterior dictadura, pero nunca para implantar una sociedad empobrecedora y totalitaria como el absurdo impuesto por los hermanos Castro.

Hay que decir por otra parte que "lo mejor" de la sociedad cubana está fuera de la isla. Los mejores deportistas, artistas, literatos, ingenieros, arquitectos, intelectuales, periodistas, comediantes, músicos, profesores, políticos, entre otros profesionales –o simples trabajadores– viven fuera de la Isla, obligados por el mandato de obediencia y castración que se ha implantado militarmente dentro de Cuba por el castrismo.

Ante semejante realidad, es improcedente pretender resolver "el problema cubano" sin contar con el esfuerzo, el capital, la capacidad emprendedora y de liderazgo de la cuarta parte de la población cubana en el exterior. No importa el esfuerzo de EE UU para tratar de inyectar el virus emprendedor y/o democrático dentro de la Isla, si a la parte más dinámica de la población cubana le es impedido participar, invertir, liderar e incluso gobernar, la nación cubana del futuro.

No nos llamemos a engaño, ninguna nación se levanta del estatus de haitianización a que está sometida la Cuba actual sin el concurso de sus mejores hijos, aquellos que han triunfado en las condiciones del exilio, no sólo en EE UU en todos los confines de la Tierra. La intelectualidad cubana insistirá en sus valores patrios, quiéralo o no la dictadura y sus aliados. El reconocimiento de cada cubano es la única fórmula para formar la nación cubana del futuro.

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