Es hora de que la política deje de separar familias y amigos

En las semanas posteriores y a raíz de los sucesos de la Embajada del Perú, más de 125 mil cubanos salieron por el puerto del Mariel, una cifra muy superior al éxodo de Camarioca en 1965, cuando se marcharon de la isla más de 30 mil ciudadanos
Durante el éxodo del Mariel salieron de la Isla más de 120.000 ciudadanos
Pedro Campos

29 de diciembre 2016 - 09:54

La Habana/El modelo impuesto en Cuba en nombre de un socialismo que nunca existió tuvo, entre sus peores resultados, la politización de todo. Las familias se pelearon por la política. Los amigos se enemistaron. Fue una de las consecuencias más nefastas de la "intransigencia revolucionaria" en la que fueron (mal)educadas varias generaciones de cubanos.

Esa intransigencia desde la hegemonía generó o facilitó el desarrollo de otras.

El fenómeno afectó a prácticamente todas las familias y amistades, que siempre habían permanecido muy unidas de acuerdo con la tradición. Las divisiones comenzaron en el mismo 1959, cuando el Gobierno provisional que tenía que dar paso a la restauración de la institucionalidad democrática dejó de serlo para convertirse en Gobierno revolucionario permanente que empezó a aplicar la justicia a su modo y manera.

Las divisiones comenzaron cuando el Gobierno provisional que que tenía que dar paso a la restauración de la institucionalidad democrática dejó de serlo para convertirse en Gobierno revolucionario permanente

De inmediato, no pocos empezaron a ver cómo avanzaban políticas centralizadoras y antidemocráticas, identificadas tradicionalmente con el comunismo que tanto daño había hecho en Europa y que en el pasado de la Isla había estado ligado a Batista, el tirano al que se expulsaba del poder.

Discrepar en democracia es normal, pero cuando no la hay, la disidencia se considera traición, no se acepta, por eso bien temprano el pensamiento diferente fue identificado como "contrarrevolucionario".

Con los primeros "contrarrevolucionarios" comenzó el primer gran éxodo y numerosas familias dejaron de verse y hasta comunicarse por muchos años. Luego vinieron otras oleadas. A principios de los 80, algunos empezaron a regresar de visita y aquel hielo empezó a romperse. No fue fácil recibir a familiares "gusanos" y "traidores", que ahora regresaban con regalos y con mejor economía, en un país de otra lengua, cultura, clima y tradiciones. Había miedo, se podía perder la militancia en el Partido Comunista o un cargo en el Gobierno.

Algunos de los que se quedaron en Cuba no recibieron a sus familiares entonces. Antiguos amigos no fueron a visitarlos.

Con el tiempo y las nuevas olas migratorias, muchos de los que no habían recibido a sus familiares o amigos también salieron al exilio. Durante el éxodo del Mariel, algunos participaban en mítines de repudio y gritaban: "Que se vaya la escoria". Tiraban huevos. No pocos de esos mismos tomaron el mismo camino después.

Los intransigentes insisten en seguir enfrentando familiares y amigos por la política, por eso todavía hay quienes rechazan la amistad entre personas que piensan distinto o existen personas que sienten que otros se van separando de sus ideas y los van dejando de considerar como amigos. Viene a la mente el papa Francisco cuando habló de la "amistad social".

En Miami, en el otro lado, también quedan intransigentes. Unos y otros lo hacen todo más difícil.

Ahora, a raíz de la muerte del exlíder, se vuelve a saber de "revolucionarios" que no soportaron el peso de la política sobre la amistad y no aceptan juicios sobre las consecuencias de su impronta para la democracia y el socialismo. La intolerancia es necesaria para no cambiar nada.

Sin embargo, existen muchas personas que no se prestan a que la política destruya familias y amistades. Ellos constituyen pilares fundamentales de la futura Cuba.

Habrá que entender que, sin importar las diferencias políticas, los cubanos tendremos algún día que conversar y sentarnos juntos en un parlamento democrático dejando atrás rencores y momentos difíciles

Hoy, por el amplio intercambio que hay entre todos los cubanos, a pesar de la intolerancia expresada desde la hegemonía, hay más tolerancia. Esto es parte de la preparación necesaria para vivir en una democracia que llegará más temprano que tarde.

Es hora de que la política deje de separar familias y amigos. Estamos en un buen momento para ello. Cuba, para avanzar, necesita dejar atrás tanto enfrentamiento, tanta tozudez, tanta necedad. Quizás todo eso llegó, en ambos lados, al punto más alto de sus posibilidades en estos días recientes, y ahora, como a todo lo que sube, le toca descender.

Habrá que entender que, sin importar las diferencias políticas, los cubanos tendremos algún día que conversar y sentarnos juntos en un parlamento democrático dejando atrás rencores y momentos difíciles y dramáticos de nuestra historia, poniendo el futuro por delante y buscando la manera de aceptarnos en nuestra diversidad.

Tendrá que haber disculpas y perdones, encuentros difíciles. Si no los hombres, la historia sancionará crímenes y abusos. Tendrán que venir cambios en el poder político, tendrá que ser de forma pacífica y democrática, pero la sangre deberá evitarse para no reanudar el ciclo de violencia, si es que realmente queremos ver a Cuba como una gran nación por su peso económico y político internacional. La política tendrá que ceder paso a la familia y a la amistad. Un país dividido es víctima fácil de hegemonismos nacionales y mundiales.

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