El principal opositor al socialismo en Cuba

El modelo de capitalismo monopolista de Estado, impuesto en nombre del socialismo, obstaculiza el avance del trabajo libre

Pedro Campos

18 de noviembre 2014 - 16:34

La Habana/Lo que caracteriza un tipo de economía es la forma predominante de explotación de la fuerza de trabajo. Al capitalismo lo caracteriza la explotación asalariada. Cuando en una economía predominan las compañías privadas que explotan asalariados estamos ante un capitalismo clásico privado. Si abunda o predomina el capital de las compañías de propiedad estatal, se trata de una forma de capitalismo de Estado.

Pero si esas compañías estatales son la abrumadora mayoría, el Estado monopoliza el comercio interior y exterior y establece regulaciones para favorecer sus empresas por encima de las otras formas de empresas, privadas o de capital asociado. Esto es el capitalismo monopolista de Estado y, también, el socialismo de Estado de corte estalinista (marxista-leninista), fracasado donde quiera que se intentara y que aún sobrevive en Cuba.

Normalmente en toda economía capitalista, han estado presentes en mayor o en menor medida las formas de trabajo libre, asociadas o no de tipo autogestionario, las propiamente socialistas. Cooperativas, mutuales, asociaciones económicas de diverso tipo, negocios familiares y trabajadores por cuenta propia, que no se caracterizan por explotar asalariados aunque lo hagan ocasional o minoritariamente.

Si de economía política se trata y no de quimeras, el socialismo es el movimiento económico-social hacia la sociedad post-capitalista, basado en el avance hacia el predominio relativo de esas otras relaciones de producción –distintas y superiores a las asalariadas típicas del capitalismo–, caracterizadas por el trabajo libre asociado o no, de tipo autogestionario.

En Cuba, el gobierno surgido de la revolución popular de 1959, que tenía como fin principal el restablecimiento del sistema democrático interrumpido por el golpe de Estado de Batista en 1952, no restableció la institucionalidad democrática y priorizó un guión "marxista-leninista" de justicia social, que implicaba un acelerado proceso de estatización de la propiedad.

El Gobierno surgido de la revolución [...] no restableció la institucionalidad democrática y priorizó un guión “marxista-leninista” de justicia social

De esta forma pasó a manos del Estado prácticamente toda la propiedad extranjera y nacional, grande, mediana y pequeña, capitalista, cooperativa, mutual e individual. Y así, en lugar de avanzar hacia la socialización de la propiedad y la apropiación de los resultados del trabajo, hacia el predominio paulatino del trabajo libre, asociado o no, la propiedad fue concentrada en manos de la burocracia político-militar-administrativa estatal manteniendo una forma arbitraria de explotación asalariada.

El socialismo se entendía como el sistema de producción estatal asalariado, mientras que el trabajo libre asociado e individual fue sistemáticamente impedido por las leyes, salvo casos excepcionales bajo especial control estatal como las cooperativas cañeras, experiencia que apenas duró dos años y las cooperativas cuasi forzadas en la agricultura con las tierras de los pocos campesinos individuales que sobrevivieron a las dos leyes de reforma agraria de los primeros años.

Ya en crisis irreversible por la caída de la URSS y el "campo socialista", plagado de contradicciones entre sus enunciados y su práctica, el auto-desgastado modelo político de "dictadura del proletariado" y de economía estatal asalariada ensaya su "actualización" desde el Gobierno de Raúl Castro, sin cambiar sus esencias.

Sin realizar tampoco transformaciones en el sistema político híper-centralizado, carente de los valores democráticos reconocidos en la república democrática por los propios clásicos originales del socialismo, se han abierto algunos espacios al cuentapropismo y a las cooperativas "no agropecuarias", pero manteniendo innumerables limitaciones ampliamente conocidas, la planificación centralizada, la "empresa estatal socialista" como eje de la economía y las regulaciones estatales que la privilegian, así como los monopolios estatales del mercado.

En cambio, y paradójicamente, el sistema capitalista predominante en el mundo actual, por sus propias contradicciones internas y necesidades de subsistencia no solo permite sino, que en muchos países, favorece el desarrollo del trabajo libre, asociado o no, ampliamente impulsado por el progreso irreverente de las nuevas tecnologías informáticas y de comunicaciones que posibilitan socializar el conocimiento y el acceso a los mercados de todo tipo de empresa.

Desde el Partido Comunista de Cuba tratan de ignorar las posiciones de la izquierda socialista y no aceptan ningún tipo de diálogo

Paralelamente, en esas sociedades, las formas democráticas clásicas liberales que la burguesía generó y usó para enfrentarse a los poderes de la nobleza feudal han servido también a los trabajadores en general para hacer valer sus derechos como ciudadanos y enfrentar la oleada neoliberal que trata de salvar al capitalismo clásico a costa de reducir empleos, salarios y prestaciones sociales alcanzados en las luchas obreras del último siglo y medio.

Esos valores y derechos democráticos alcanzados por los trabajadores y sus organizaciones sindicales y políticas fueron subestimados y violados por el capitalismo monopolista de Estado, supuesto socialismo, que los consideró "innecesarios" u "obsoletos", en el "Estado de la dictadura del proletariado".

Y es por ese desprecio a esos valores y a las esencias del socialismo marxista que desde el Partido Comunista de Cuba tratan de ignorar las posiciones de la izquierda socialista y no aceptan ningún tipo de diálogo con el pensamiento diferente y en cambio, lo reprimen, descalifican y excluyen.

Visto así, ¿quién ha sido el principal obstáculo al desarrollo en Cuba de las relaciones propiamente socialistas de producción, caracterizadas por el trabajo libre, asociado o individual?

La respuesta es muy simple: ha sido el propio modelo estatal asalariado, de capitalismo monopolista de Estado, que trata de perpetuarse con adaptaciones y perfeccionamientos bajo el nombre de "actualización".

Por eso, nuestra exigencia de que se eliminen todas las trabas al trabajo libre, asociado o individual, que se despenalice la diferencia de opinión, se establezca la libertad de expresión y asociación, la elección libre y democrática de todos los cargos públicos y se abra espacio a un diálogo nacional sin exclusiones hacia una nueva Constitución plenamente democrática.

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