El regreso de Bertone

El cardenal vuelve a la Isla lejos de las cámaras. Ni él es quien era ni las reformas que apoyó se han materializado

Tarcisio Bertone con Felipe Pérez Roque en La Habana, en 2008. (EFE)
Tarcisio Bertone con Felipe Pérez Roque en La Habana, en 2008. (EFE)
Yoani Sánchez

11 de diciembre 2014 - 07:05

La Habana/Hace seis años el cardenal Tarcisio Bertone llegó por la puerta grande a Cuba. Este diciembre, sin embargo, ha regresado en una visita privada que evidencia el discreto reconocimiento de un fracaso. Para el otrora secretario de Estado del Vaticano, el tiempo transcurrido entre una estancia y otra ha estado lleno de tropiezos. Este que vuelve es un hombre en desgracia. Otro tanto le ha ocurrido a las "reformas raulistas" que él validó con su presencia.

El cardenal Bertone ha arribado a la Isla en el marco de la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, pero en esta ocasión, lejos de las cámaras y del palacio presidencial. El hombre que ayudó a coordinar la visita del papa Benedicto XVI a nuestro país ha participado esta semana en la consagración en Santa Clara de un santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba.

Ahora, ha preferido los círculos eclesiales y ha viajado de nuevo al Santuario del Cobre, donde ofició una misa. El contexto es hoy muy diferente a el de su estancia anterior, pocos días después de la investidura de Raúl Castro como presidente que el prelado calificó como "un momento especial, extraordinario". En aquel febrero, también aseguró que el General "continuará (...) con una visión, si todo es posible, de desarrollo". Sin embargo, la realidad que se le muestra este diciembre lo está desmintiendo tercamente.

La Cuba a la que regresa dista mucho de las esperanzas que pudieron albergar algunos con la llegada al poder del hermano de Fidel Castro. Parte de la población cubana se ilusionó con la posibilidad de una apertura económica y política. Sin embargo, las flexibilizaciones económicas terminaron por convertirse en un desatar nudos para atar otros, y las libertades civiles nunca llegaron.

Bertone aseguró hace seis años que tendría una conversación "de claridad, de sinceridad, de intercambio", con el nuevo presidente, pero éste parece no haberlo escuchado. El precio que pagó el exsecretario de Estado del Vaticano por esa foto de familia con el Gobierno cubano fue alto. Mientras el oficialismo lo arropaba, el sector más crítico de la Iglesia católica no vio con buenos ojos aquel abrazo entre la hoz y la cruz. Los disidentes, excluidos de cualquier posible diálogo con el cardenal, también señalaron la parcialidad de su visita.

Adoptó el discurso oficial contra el “bloqueo”, no se reunió con opositores y validó las flexibilizaciones hechas desde el poder

Acostumbrado a mover influencias y a cocinar acuerdos, el número dos del Vaticano creyó que podría anotarse el tanto de destrabar la rueda de los cambios. Se reunió con el ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, que pocas semanas después sería defenestrado y acusado por el propio Fidel Castro de haberse vuelto adicto a "las mieles del poder". Aquellos rostros que una vez lo recibieron entre sonrisas, hoy ya no están o se le esconden.

Bertone, que también fuera secretario de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (Santo Oficio), llegó a impartir hace seis años una conferencia en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Hasta Granma tuvo algo de olor a incienso por esos días y publicó un comunicado de los obispos cubanos, en el que llamaban a Raúl Castro a tomar "medidas trascendentales" para satisfacer las "ansias e inquietudes expresadas por los cubanos".

Bertone veía ya su nombre en la historia de Cuba. La misa que ofició en la Catedral de La Habana se enfocó en la búsqueda de mayores espacios para la Iglesia dentro de Cuba. A cambio de poder ganar ese terreno, aceptó todas las concesiones que hizo falta. Adoptó el discurso oficial contra el "bloqueo norteamericano", no se reunió con opositores y validó las flexibilizaciones hechas desde el poder como el camino hacia el país soñado.

Hoy, ni Bertone es lo que era... ni Cuba es lo que él vaticinó. Señalado por malos manejos de influencia, apartado del epicentro del poder Vaticano y salpicado por el escándalo de las cartas reveladas por el mayordomo de Benedicto XVI, este que ha llegado a la Isla es una sombra. Pero sombra son también las reformas raulistas. Unas flexibilizaciones económicas que no han logrado, después de más de un lustro de comenzadas, hacer que los cubanos vivan dignamente, ni los ha provisto de mayores espacios de libertad.

El azar o el destino, ¿quién sabe?, ha hecho esta vez coincidir la misa de Bertone en El Cobre con el Día Internacional de los Derechos Humanos. A pocos kilómetros del santuario donde se dirigió a los feligreses, decenas de activistas estaban confinados en sus casas, amenazados y algunos arrestados para que impedir su participación en los actos previstos para celebrar esa fecha. La Cuba que no quiso ver en su viaje anterior le toca a la puerta con un llamado que mezcla la desesperación y el reproche.

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