Con una pensión de 240 pesos, Raquel sobrevive gracias a la basura

Este reportaje fue hecho gracias al apoyo del Howard G Buffet Fund for Women Journalists de la International Women's Media Foundation.

Muchos ancianos se dedican a vender productos elaborados con maní o caramelos en las calles para complementar sus ingresos, otros, piden limosna. (14ymedio)
Muchos ancianos se dedican a vender productos elaborados con maní o caramelos en las calles para complementar sus ingresos, otros, piden limosna. (14ymedio)
Luz Escobar / Mario J. Pentón

06 de marzo 2017 - 11:11

La Habana/ Miami/Este reportaje fue hecho gracias al apoyo del Howard G Buffet Fund for Women Journalists de la International Women's Media Foundation.

A los 67 años, golpeada por la vejez y una pensión miserable, Raquel, una ingeniera "formada por la Revolución", busca entre la basura el sustento de cada día. Sus manos, que alguna vez trazaron mapas y midieron espacios donde crecerían prometedores cultivos, hoy se dedican a recoger cartones, latas y envases vacíos.

"¿Mi apellido? ¿Para qué? Tampoco quiero fotos. Tengo hijos y tuve una vida. No quiero que la gente hable de mí", dice mientras accede a contar su historia con cierto aire de nostalgia y desengaño. Nunca pensó que llegaría a convertirse en un buzo, de esos que escarban los latones en las esquinas y son objeto de burlas.

Cuba se ha convertido en el país más envejecido de América, según datos oficiales. Este ha sido un proceso acelerado que sorprendió incluso a los especialistas, que habían calculado que el problema no se agudizaría antes del año 2025.

Con un sistema de pensiones insostenible a mediano plazo, recesión económica y un previsible impacto en los servicios sociales producto del envejecimiento poblacional, el país enfrenta uno de los mayores desafíos de su historia.

"Recibo de pensión 240 pesos al mes (menos de 10 dólares). De ese dinero tengo que gastar 50 pesos al pago del refrigerador Haier que el Gobierno me cambió y separar 100 pesos para la compra de medicamentos", relata Raquel.

Aunque está jubilada, la farmacia no le subvenciona las medicinas que necesita para su diabetes e hipertensión. El programa estatal de asistencia social no incluye a aquellos ancianos que viven con familiares bajo el mismo techo.

"El envejecimiento poblacional que afecta al país tiene como consecuencia un incremento importante del gasto público y la disminución de la población en edad fértil", explica el sociólogo radicado en la Isla y autor de diversos libros sobre el tema, Juan Valdés Paz.

De acuerdo con el Anuario Estadístico de Cuba, el gasto en salud cayó del 11,3% del PIB en 2009 al 8% en 2012.

Casi un 20% de la población cubana es mayor de 60 años, y la tasa de fecundidad del país es de 1,7 hijos por mujer. Para compensar el descenso poblacional sería necesario elevar esa cifra a 2,4 hijos por cada fémina en edad fértil. En 2015 hubo 126.000 personas activas menos que el año anterior.

Para Valdés ninguna sociedad está preparada para dificultades demográficas como las que enfrenta el país.

Una solución podría ser elevar la producción o que los emigrados regresaran, según el especialista. Hasta el momento ambas cosas parecen muy lejanas.

En el país existen casi unas 300 Casas de Abuelos (para atención diurna y socialización) y 144 Hogares de Ancianos, con una capacidad conjunta de alrededor de unas 20.000 plazas. Las autoridades han reconocido la pésima situación higiénica y constructiva de muchos de estos locales. Muchos ancianos prefieren ingresar en los escasos 11 asilos llevados por órdenes religiosas que sobreviven gracias a la ayuda internacional, como es el caso del ancianato de Santovenia, en el Cerro.

El pago por utilizar las instalaciones de las Casas de Abuelos es de 180 pesos mensuales y en los Hogares de Ancianos unos 400 pesos. La Seguridad Social concede un subsidio a los ancianos que demuestren a los trabajadores sociales no poder pagar la suma.

Cuba tuvo uno de los sistemas de seguridad social más generosos y de mayor cobertura en América Latina, en gran medida por la enorme ayuda que recibía de la Unión Soviética, calculada por Mesa-Lago en unos 65.000 millones de dólares en 30 años.

"Aunque las pensiones nunca fueron elevadas, existía un elaborado sistema provisto por el Estado para facilitar el acceso a productos industriales y a la alimentación a precios subsidiados", explica el economista.

"Me molesto cuando escucho hablar de la buena atención al adulto mayor. No me dan subsidios porque vivo con mi hijo, mi nuera y mis dos nietos, pero ellos tienen sus propios gastos y no se pueden hacerse cargo de mí", asegura Raquel.

"Necesito una dentadura postiza y si no le llevas un regalo al dentista o te la hacen mal o demora meses", agrega.

Con el fin de la Unión Soviética y del subsidio ruso las pensiones se mantuvieron, pero su valor real cayó brutalmente. En 1993, un jubilado promedio apenas podía obtener con su pensión el 16% de lo que compraba en 1989. A finales de 2015, el poder adquisitivo de los pensionados era la mitad de lo que tenían antes del inicio del Período Especial, según ha calculado Mesa-Lago.

La administración de Raúl Castro redujo drásticamente la cantidad de beneficiarios de la asistencia social en un proceso al que llamó eliminación de gratuidades. De los 582.060 beneficiarios que había en 2006, un 5,3% de la población, se bajó hasta 175.106, un 1,5%, en 2015.

También fueron eliminados varios productos de la ya disminuida libreta de racionamiento como el jabón, la pasta dental y los fósforos.

El Gobierno ha habilitado algunos programas de ayuda al adulto mayor. El Sistema de Atención a la Familia permite que más de 76.000 ancianos de bajos ingresos puedan comer a precios subsidiados, aunque es una cifra pequeña si se tiene en cuenta que en Cuba hay más de dos millones de ancianos.

Algunos ancianos reciben ayuda de las iglesias y organizaciones no gubernamentales.

"La gente me ve por ahí recogiendo latas, pero no saben que fui una ingeniera vanguardia y que hasta a la Unión Soviética viajé en 1983, en la época de Andropov", explica Raquel.

Cuando se jubiló, no tuvo más remedio que dedicarse a tareas informales para ganarse la vida. Limpiaba las áreas comunes de edificios habitados por militares y sus familias en Plaza de la Revolución hasta que las exigencias y su edad se hicieron incompatibles.

"Me pedían que fregara las ventanas de cristal de un pasillo en el noveno piso. Era peligroso y como tenía miedo a caerme preferí dejarlo, aunque pagaban bien", dice.

Por cada semana de trabajo le pagaban 125 pesos, (unos 5 dólares) casi la mitad de su pensión.

Raquel recoge materia prima para venderla en locales estatales, aunque confiesa que desea "como loca" conseguir un contrato con una una pequeña empresa privada de fabricación de conservas para venderle las botellas vacías y evitar la empresa estatal y sus retrasos.

En el patio de su casa ha creado una herramienta para escachar las latas que recoge por las calles.

"En enero hice 3.900 pesos con botellas de cervezas. Claro, a eso tienes que descontarle los 500 pesos que pagué por el turno en la cola, porque no puedo dormir ahí tirada en un portal. El aluminio es lo otro que pagan bien. Cada saco de latas vale cuarenta pesos. Es a ocho pesos el kilogramo de latas".

En Cuba no existen estadísticas oficiales sobre pobreza y los únicos datos disponibles son antiguos. En 1996 un estudio concluyó que sólo en La Habana el 20,1% de la población estaba "en riesgo de no cubrir alguna necesidad esencial". Una encuesta en el año 2000 arrojó que el 78% de los ancianos consideraba insuficiente su ingreso para cubrir sus gastos de vida.

La mayoría de los adultos mayores encuestados dijeron que las fuentes de sus ingresos eran en su mayoría la pensión, la ayuda de familiares dentro del país, una parte de su trabajo y de remesas desde el exterior.

Muchos ancianos se dedican a vender productos elaborados con maní o caramelos en las calles para complementar sus ingresos. Otros revenden el periódico o buscan en la basura objetos que puedan comercializar y se ha hecho patente un significativo aumento de los mendigos en las calles de las principales ciudades del país.

"No me preocupa andar con la ropa vieja recogiendo latas. Quien tiene que verse bien es mi nieto, que comenzó la secundaria", dice Raquel.

"Los muchachos de la escuela a veces se burlan de él, pero mi nieto es muy bueno y no se avergüenza de mí, o al menos no lo demuestra. Siempre sale y me defiende de las burlas", cuenta con orgullo.

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Nota de la Redacción: este reportaje fue hecho gracias al apoyo del Howard G Buffet Fund for Women Journalists de la International Women's Media Foundation.

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