Cualquier día es malo para morirse solo

anciano, tercera edad. (14ymedio/Luz Escobar)
Cuba podría convertirse en el país más envejecido de América. (14ymedio/Luz Escobar)
Orlando Palma

23 de octubre 2015 - 09:21

La Habana/Funeraria La Nacional, nueve de la noche. En una de las salas sólo se ve una persona. Una mujer se mece en el sillón más alejado del ataúd. Se lima las uñas. "¿Cómo se llama el difunto?", pregunta alguien desde la puerta. "No sé, yo estoy aquí esperando a mi hija que fue al baño", responde ella. Cuando se levanta y se va, el féretro queda solo. Nadie ha venido para el último adiós.

La imagen de una sociedad donde las familias se hacen cargo de los abuelos hasta el final de sus días se ha resquebrajado en las últimas décadas en Cuba. El envejecimiento poblacional, los problemas económicos y los altos índices migratorios entre los más jóvenes son algunas de las causas por las que muchos ancianos se encuentran sin apoyo filial ni compañía.

"Puedes sembrar un árbol, tener un hijo o escribir un libro, pero eso no quita que estés solo cuando llegue la parca", sentencia Manolo, de 81 años, que habita en una cuartería del barrio Los Sitios, en La Habana. Ingeniero retirado, vive solo desde hace más de 20 años, cuando su único hijo se fue a Estados Unidos durante la crisis de los balseros. Entre sus grandes temores, morir sin nadie cerca y "que me encuentren por la peste", ironiza.

Según cifras oficiales, el 18,3% de los 11,1 millones de habitantes de la Isla supera los 60 años y para 2025 se calcula que las personas de la tercera edad rebasarán el 25%. Cuba podría convertirse en el país más envejecido de América. La situación no sólo plantea un reto para la infraestructura de salud y el sistema de seguridad social, sino también para la organización familiar y las entidades humanitarias.

Según cifras oficiales, el 18,3% de los 11,1 millones de habitantes de la Isla supera los 60 años y para 2025 se calcula que las personas de la tercera edad rebasarán el 25%

Aunque todavía sigue siendo común encontrar a nietos, padres y abuelos bajo un mismo techo, dados los graves problemas habitacionales, los casos de ancianos que viven sin compañía también han aumentado en los últimos años. Según el censo de población realizado en 2012, en un 9% de los hogares cubanos conviven al menos tres generaciones, pero en el 12,6% residen ancianos solos.

Cada día, esas personas tienen que sortear los obstáculos de una vejez en solitario. Las bajas pensiones o la falta de afecto filial están entre las causas que hacen que sus últimos años no transcurran con la holgura material y el cariño que siempre soñaron. En lugar de ello deben velar por sí mismos, apelar a los vecinos en busca de apoyo o pedir ayuda a entidades humanitarias.

Laura, de 64 años, forma parte de los más de 3.000 voluntarios de Cáritas que atienden a unas 28.000 personas, especialmente de la tercera edad, por todo el país. Tiene mucho trabajo ante el aumento de personas que envejecen en solitario. Cree que en pocos años ella también necesitará asistencia, porque nunca tuvo hijos y quedó viuda hace un lustro.

"A algunos les doy la comida porque tienen problemas para moverse, mientras que a otros les hago compañía alguna que otra tarde y converso con ellos", explica esta maestra retirada que vive a las afueras de la ciudad de Ciego de Ávila. Según su experiencia, "cada vez hay más viejitos solos, porque muchos de sus hijos se han ido del país".

"Cada vez hay más viejitos solos, porque muchos de sus hijos se han ido del país"

Al otro lado del pasillo de la cuartería de Los Sitios, donde vive Manolo, una anciana acaba de ser trasladada al hospital. "Las hijas todavía no lo saben, porque tenemos que esperar que llamen desde España para darles la noticia", detalla. Sin embargo, el hombre cree que una vez ingresada va estar más cuidada, porque ya no podían seguir ocupándose de ella.

Postrada en la cama, la señora necesitaba de los vecinos para bañarse y comer. "Aquí todos los que vivimos somos mayores y ya no podíamos ni cargarla para llevarla al baño", recuerda el preocupado vecino. "Las hijas mandan el dinero para los pañales desechables y la crema antiescaras, pero no están aquí para ayudar en el día a día", sentencia el anciano.

Sin embargo, tampoco el sistema de Salud Pública parece estar preparado para enfrentar el marcado envejecimiento poblacional de la Isla. De los más de 83.000 médicos con los que contaba el país en 2013, sólo 279, un 0,33%, se habían especializado en Geriatría y Gerontología.

En las áreas rurales el fenómeno de los ancianos que viven solos parece tener una incidencia menor pero no deja de ser preocupante. "Los jóvenes no quieren saber del campo y se van, así que esto se ha vuelto un pueblo de viejos", cuenta María Antonia, de 69 años y residente en Vertientes, Camagüey. Uno de sus hijos está trabajando en Varadero en una brigada constructiva y el otro "se metió a militar y le dieron casa en La Habana", explica.

En la provincia de Camagüey habitan más de 142.000 personas de la tercera edad, pero sólo existen 911 capacidades en 13 hogares de ancianos, además de 24 casas de abuelos donde reciben atención diurna

La mujer tiene una rutina que sorprende para su edad. "Me levanto antes de la cinco para colar el café que después salgo a vender en algunos lugares". Puede estar entre tres y cuatro horas de pie en la mañana para ofertar su mercancía. "Cuando regreso a la casa me duele hasta la vida", cuenta. "¿Pero qué voy a hacer?", pregunta con resignación.

"Sólo tengo a los vecinos cuando me da un dolor y debo ir al médico", explica María Antonia, quien padece una cardiopatía. Sin embargo, dice preferir su actual situación de soledad a terminar en un asilo de ancianos. "No, eso me mataría, yo necesito estar activa", detalla. Hace meses no puede lavar a mano por la artritis y le paga a una señora para que le limpie la casa. "Me estoy apagando poco a poco", explica con desazón.

En la provincia de Camagüey habitan más de 142.000 personas de la tercera edad, pero sólo existen 911 capacidades en 13 hogares de ancianos, además de 24 casas de abuelos donde reciben atención diurna. En declaraciones a la prensa local, el doctor Jesús Regueira, jefe de la sección de Adulto Mayor, Asistencia Social y Salud Mental de la Dirección Provincial de Salud Pública, ha lamentado que la disponibilidad de camas no se corresponde "con la demanda potencial".

Sin embargo, la mayor parte de los ancianos consultados para este reportaje señala la falta de afecto familiar como el mayor problema de vivir sin compañía. "A veces me paso días sin hablar con otra persona", dice María Antonia. "Lo que más miedo me da es irme de esta vida sin que nadie se entere; me asusta que no haya alguien para cerrarme los ojos".

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