Una tradición con fijador

Santuario de El Rincón. (14ymedio)
Santuario de El Rincón. (14ymedio)
Fernando Dámaso

16 de diciembre 2014 - 07:25

La Habana/Limitadas las fiestas patronales a espacios reducidos, o realizadas bajo el control de las autoridades, y prohibidas las procesiones fuera del área de los templos o alejadas de su cercanía inmediata, algunos eventos de la fe se han mantenido contra viento y marea, así como a pesar del dogmatismo y extremismos de nuestro socialismo tropical. Entre ellos se encuentran las festividades de la Virgen de la Caridad de El Cobre, de Santa Bárbara, de Las Mercedes, de la Virgen de Regla y de San Lázaro. Aunque se celebran otras, estas son las más generalizadas y conocidas.

En ellas participan católicos y practicantes de otros cultos y religiones, debido a que los del santoral católico tienen sus gemelos en otros panteones. Así, La Caridad es también Ochún, Santa Bárbara Changó, Las Mercedes Obatalá, la Virgen de Regla Yemayá y San Lázaro Babalú Ayé. Tal vez a esta dualidad ecuménica se deba el que sus templos y santuarios siempre tengan devotos, y el que en sus días festivos se desborden. Los que atraen mayor número de asistentes son, sin lugar a dudas, la Virgen de La Caridad y San Lázaro.

En Santiago de Cuba, la peregrinación al Santuario de El Cobre para recibir el 8 de septiembre -Día de La Caridad- constituye una tradición arraigada en cada ciudadano. También se produce en La Habana, en el templo dedicado a ella en la calle Salud. En La Habana, además, sucede igual para recibir el 17 de diciembre -Día de San Lázaro- con la peregrinación a su Santuario en El Rincón, poblado situado en la carretera que va de Santiago de las Vegas a San Antonio de los Baños. El Cobre y El Rincón, además de en estas fechas, reciben gran cantidad de devotos y visitantes todos los días.

Alrededor de estos Santuarios -también sucede en otros-, se ha desarrollado un modo de sobre vivencia local, mediante la práctica del comercio de objetos vinculados con la fe. En el caso de El Rincón, prácticamente desde que se accede a la carretera que conduce a él, a su derecha, se encuentran vendedores ofreciendo flores, velas, imágenes religiosas impresas, figuras alegóricas a las promesas -los conocidos exvotos- hechas de metal, madera, barro o cerámica (reproducciones de manos, piernas, brazos, etcétera), a precios algo superiores a los que pudieran tener en otros lugares.

Sería conveniente que las autoridades se abstuvieran de meter las manos y respetaran este mercado religioso

La apoteosis se produce en el área del parqueo aledaño al Santuario, que adquiere carácter de feria popular, donde abundan las mesas y los kioscos que ofertan figuras del Santo, así como de otros santos y vírgenes, realizadas en yeso, papier maché, madera, metal, barro y hasta plástico, láminas enmarcadas y sueltas, llaveros, pulseras, collares, medallas, copas y vasos para ofrendas y otros. No faltan las flores ni las velas de distintos colores, según a quien se vayan a ofrecer, ni los polvos, esencias y otros artículos utilizados en las prácticas de cada culto o religión. Tampoco personas pidiendo limosnas, hombres y mujeres, algunos vestidos con ropas hechas de tejido crudo de yute. Aquí la iniciativa privada ha dado rápida respuesta a todas las necesidades de los devotos. Sería conveniente que las autoridades, viendo un filón donde obtener ganancias, se abstuvieran de meter las manos y respetaran este mercado religioso.

Ya dentro del Santuario, el olor a cera derretida impregna el ambiente, mezclado con el perfume de las flores. Ante cada santo o virgen -abundan unos u otras-, aunque los principales sean San Lázaro y La Caridad, arden las ofrendas en forma de velas moradas o amarillas y de flores de los mismos colores. Debemos recordar que el Santo tiene dos versiones: San Lázaro, el popular, el harapiento con sus llagas y sus perros, y San Lázaro obispo, vestido con ricas telas de color violeta. En el Santuario se veneran por igual los dos, aunque bien vestidos. Esta constituye la práctica habitual de cada día, incrementada los fines de semana y, a veces, dramatizada por alguien que llega avanzando de rodillas o arrastrando un objeto pesado atado a una pierna o a un brazo, en pago a alguna promesa hecha por algún favor concedido.

Cuando los pueblos se encuentran en profundas crisis y en situaciones límites, acuden a la fe en busca de apoyo

Años atrás, ya el 16 de diciembre, por la entonces Calzada de Rancho Boyeros, aparecían grupos de devotos realizando la marcha a pie hasta El Rincón, con el objetivo de llegar al Santuario antes de que comenzara el día 17. Otros la hacían desde Santiago de las Vegas o desde la estación del ferrocarril. Los más acudían a pagar promesas o a solicitar favores. Ese día, El Rincón y el Santuario de San Lázaro se volvían intransitables, debido a la enorme afluencia de público. Al caer la noche, esperando el advenimiento del día del Santo, una muchedumbre compacta, con velas encendidas y flores en las manos, colmaba el templo, así como todos sus accesos y alrededores.

Hoy, los grupos por la actual Avenida de Rancho Boyeros son escasos: la mayoría prefiere acceder al Santuario en diferentes medios de transporte y, ya cerca de él, realizar la marcha a pie. Es que los tiempos cambian. Sin embargo, la noche del 16 de diciembre esperando el 17, sucederá como ya se va haciendo habitual: los asistentes serán más que el año anterior. Existen demasiadas razones para ello. Históricamente, cuando los pueblos se encuentran en profundas crisis y en situaciones límites, acuden a la fe en busca de apoyo, consuelo y esperanza. El caso de Cuba y de los cubanos no constituye una excepción, sino más bien una reafirmación.

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