La Florida a doscientos metros

Vista desde el Castillo de Devín, en la confluencia de los ríos Morava y Danubio. (Fuente: Wikipedia)
Vista desde el Castillo de Devín, en la confluencia de los ríos Morava y Danubio. (Fuente: Wikipedia)
Víctor Ariel González

19 de septiembre 2014 - 09:00

La Habana/En Devín confluyen los ríos Morava y Danubio. El lugar pertenece todavía a la región de Bratislava, pero sólo la orilla de acá es Eslovaquia. La de allá enfrente se llama Austria.

Tal vez un detalle así no signifique nada en especial. Menos aún porque hoy día se puede cruzar de un lado a otro sin que te digan nada en absoluto y las barcazas cargadas de turistas navegan tranquilamente de arriba a abajo. Pero antes de la Revolución de Terciopelo, esta constituyó la frontera entre el comunismo y el capitalismo, entre la opresión y la libertad; e intentar cruzarla implicó en muchos casos pagar un precio muy caro. Que se lo digan a los que murieron por los disparos del lado "proletario", o a los que se llevó la fuerte corriente que partía –que parte, pero los ríos nunca han sido tan terribles como la política– a Europa por el medio.

Es como si los cubanos tuviésemos Florida a 200 metros, justo frente a Mariel. Aunque bien que tenemos ya la Base de Guantánamo y el triste saldo de víctimas que perseguían escapar de la isla-cárcel. "La ley de ajuste tiene la culpa", juzgarían en su tiempo los guardias fronterizos de Devín. Cómo no: ¡los cubanos somos todos tan observadores de las leyes...!

Sobre un peñón que domina estratégicamente todo el paisaje, en Devín quedan las ruinas de una fortaleza. Nuestra guía nos cuenta que desde allá arriba tomaban impulso y se lanzaban en ala delta los que pretendían llegar a Austria, en tiempos del apogeo soviético. Era un vuelo de libertad o muerte.

Un pórtico en memoria de los millones que cruzaron o intentaron cruzar el Telón de Acero se alza hoy aquí. Recordatorio mudo de lo que no debe repetirse. Todas las fronteras tienen algo de caprichosas, pero la que había en este mismo sitio hasta hace apenas 25 años era de por sí un siniestro monumento al absurdo. Para alegría de todos, los soldados del Pacto de Varsovia se fueron hace mucho y ahora los pescadores se sientan cerca de donde las aguas del Morava y el Danubio se juntan. Por cierto, que en esta zona hacen un vino muy bueno.

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