Criminales transnacionales

En sus actividades delictivas, los gobernantes de Cuba, Nicaragua y Venezuela no reparan en las transgresiones internacionales que incurren cuando eliminan a quienes consideran una amenaza a sus intereses

Foto de su perfil en X de Ronald Ojeda
Foto de su perfil en X de Ronald Ojeda / X
Pedro Corzo

05 de mayo 2024 - 17:29

Miami/Hay regímenes fundamentados en una estructura tan criminal que la respuesta que tienen para quienes se les oponen son la cárcel y muerte, gestión en la que Cuba, Nicaragua y Venezuela se distinguen notablemente.

En sus actividades delictivas, los gobernantes de estos países no reparan en las transgresiones internacionales que incurren cuando eliminan a quienes consideran una amenaza a sus intereses, como resultó con el reciente secuestro y asesinato en Santiago de Chile de un teniente en condición de retiro del Ejército de Venezuela, Ronald Ojeda.

El oficial Ojeda estaba asilado en Chile desde el 2018 y llevaba diez días desaparecido. Había sido sacado de su casa, en la que convivía con su esposa y un hijo menor, por un grupo de criminales al servicio del asesino mayor Nicolas Maduro.

Cierto que el mundo “está colorao”, como diría el inolvidable Francisco Paco Lorenzo. No obstante, es un deber reconocer que los crímenes de los déspotas contra sus detractores no pasan tan desapercibido como en el pasado reciente, cuando la impunidad era aún más notoria que en la actualidad, al extremo que el Gobierno de Estados Unidos ha alertado que el régimen de Daniel Ortega intensifica la persecución y ataque a sus opositores fuera de Nicaragua.

La izquierda ha mostrado más creatividad, ya que según denuncias está usando las notificaciones rojas de la Interpol como elemento de intimidación y control

Todavía más, hay señalamiento de que existe algún tipo de coordinación entre los servicios policiales de estas dictaduras para perseguir a los opositores en el exilio, algo semejante al muy cacareado Plan u Operación Cóndor, que según afirman organizaciones izquierdistas, fue un proyecto criminal de las dictaduras de derecha en el hemisferio para sistematizar sus actos represivos.

Sin embargo, la izquierda ha mostrado más creatividad, ya que según denuncias está usando las notificaciones rojas de la Interpol como elemento de intimidación y control para dificultar los viajes de los activistas en su contra. En esto el totalitarismo cubano ha sido particularmente fecundo porque no cesa de acusar a sus detractores de terroristas.

En base a lo anterior debemos reconocer que los tiempos, al menos en esos aspectos, han mejorado algo, aunque no lo suficiente, si recordamos al menos cuatro asesinatos ordenados por el sátrapa Rafael Leónidas Trujillo contra opositores que vivían fuera de Santo Domingo, siendo dos de los más destacados el del escritor Andrés Requena y el del también escritor y jurista Jesús Galíndez, secuestrado en Nueva York y asesinado en Dominicana, en 1956.

Fidel y Raúl Castro pusieron en ejecución sus acciones criminales contra los exiliados que ellos entendían significaban un notable peligro para su régimen.

Uno de los casos más emblemáticos fue el del comandante Aldo Vera Serafín, quien fue jefe del Movimiento 26 de julio en la capital cubana y organizó numerosos actos de sabotaje durante su liderazgo, hoy conocidos como acciones terroristas, tal y como estilaba el movimiento que comandaban los nefastos hermanos Castro en la lucha contra Fulgencio Batista.

Vera Serafín era un hombre de acción, al extremo que lo señalan de haber participado en el atentado contra Emilio Aragonés, embajador de Castro en Argentina, un motivo suficiente para que desde La Habana se ordenara su asesinato el 26 de octubre de 1976, ejecutado, según un ex oficial de la Dirección General de Inteligencia de Cuba exiliado, por la división de tropas especiales del castrismo bajo el mando del coronel Antonio de la Guardia, que será fusilado años después.

Otra muerte en el exilio que se le carga al castrismo es la del capitán Jorge Sotus, un valiente oficial próximo a Frank País

Varios han sido los asesinatos e intento de secuestros organizados por el totalitarismo de la Isla, ya fuese para neutralizar a sus enemigos o simplemente para castigar a quienes desertaban del totalitarismo, como fue el caso de viceministro Manuel Sánchez Pérez, a quien La Habana intentó raptar en pleno Madrid en 1985, bajo el Gobierno del amigo de Castro, Felipe González. Otra muerte en el exilio que se le carga al castrismo es la del capitán Jorge Sotus, un valiente oficial próximo a Frank País, que se negó a acatar los mandatos de Ernesto Che Guevara.

Recuerdo que en los años 80 varios medios de prensa venezolanos publicaron trabajos concernientes a una periodista que había estado involucrada en intentos de secuestro del doctor Orlando Bosch, acusado en ese entonces de haber participado en la voladura de un avión.  

Cierto que un dictador militar como Trujillo se cuenta entre los iniciadores de la represión internacional pero los caudillos del castrochavismo han dejado su impronta con carácter permanente en lo que atañe a los crímenes transnacionales.

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