Cajón de Sastre
Las elecciones bajo el castrochavismo
Cajón de Sastre
Miami/Con toda honestidad expreso mis más profundas dudas de que los pueblos sometidos por lo que identificamos como castrochavismo, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Cuba, controlados por el crimen organizado asociado al socialismo real, puedan de nuevo abrazar la democracia por la vía electoral.
Los gobernantes de estos países controlan férreamente los mecanismos electorales y se presentan en bloque frente a una oposición fraccionada, a excepción de Bolivia, donde el partido de gobierno está quebrantado en facciones antropofágicas lo que le ha conducido a la derrota.
Con esta afirmación no estoy haciendo un llamado a la violencia, sino que los líderes de la oposición de esas naciones busquen otras alternativas para concretar el ansiado cambio. De no hacerlo, al participar en comicios conscientemente viciados, están aportando legitimidad al régimen que combaten.
Es cierto que no participar en elecciones afecta notablemente la identidad democrática de la causa que se defiende, pero asumir como válidos procesos espurios en los que están ausentes garantías fundamentales, es aceptar ser parte de la distopía opresora. Es una situación muy compleja, una verdadera trampa de parte del oficialismo.
Los simulacros de elección para los castrochavistas no pasan de ser artimañas cívicas muy semejantes a las maniobras militares a las que recurren periódicamente las dictaduras
Es una especie de suicida electoral ejercer el derecho al voto con independencia de las dudas que puedan asistirnos sobre la equidad del proceso y a sabiendas de que el Gobierno ha abusado de los recursos del Estado a su favor, ha recurrido a la manipulación de la información en poder del Estado, amenazado a los antagonistas e indecisos y anunciado que el triunfo de la oposición podría conducir al país a la ingobernabilidad y la guerra civil.
Los simulacros de elección para los castrochavistas no pasan de ser artimañas cívicas muy semejantes a las maniobras militares a las que recurren periódicamente las dictaduras para atemorizar a la población y entusiasmar a sus partidarios.
En cada ciclo electoral, controlado antes de efectuarse, estos regímenes salen más fortalecidos y en franco progreso hacia el establecimiento de un sistema de gobierno totalitario cuyo único objetivo es la perpetuidad y el poder absoluto de su liderazgo, tal y como ha ocurrido en Cuba, el modelo anhelado por los asociados mencionados.
El Socialismo del Siglo XXI, léase castrochavismo, alienta un falso pluralismo político que en cada incursión electoral pierde relevancia e interés para los contendientes, como consecuencia de la creciente rigidez del control social impuesto y las constantes reformas institucionales de los poderes públicos que fortalecen exclusivamente al ejecutivo.
La ciudadanía en general también padece el garrote de la clase dirigente. La población sufre la ineptitud de sus gobernantes y el deterioro de las condiciones generales de la comunidad, a lo que se suma una abusiva acción policial que disfruta de total impunidad, en particular cuando actúa contra los sectores que le antagonizan.
Estos serviles colaboradores de los déspotas en el poder hacen el verdadero trabajo sucio
El usufructo de libertades como las de expresión e información disminuye drásticamente hasta llegar a su absoluta extinción. Las organizaciones de la sociedad civil serán integradas en su conjunto a la inmensa maquinaria gubernamental y se establecerán fórmulas que procuran ilegalizar la oposición más inocua, mientras promoverán agrupaciones políticas aparentemente contrarias, que en realidad responderán a los planes del Gobierno.
Estos serviles colaboradores de los déspotas en el poder hacen el verdadero trabajo sucio. Los denominados opositores orgánicos o funcionales son los que más contribuyen a que la ciudadanía, mutada a servil masa, asuma una doble conducta en la que oculta sus verdaderos criterios contribuyendo a que se generalice en la sociedad una conducta moral hipócrita en la que la opinión verdadera se desconoce.
Por su parte, el totalitarismo cubano cuenta con todas estas dolencias y más. Fidel Castro desde el mismo año 1959 hizo que sus partidarios proclamaran una consigna contra las elecciones, “Elecciones para qué”, después de haber prometido en una declaración pública acudir a las urnas dentro de un año bajo la Constitución de 1940 y el Código Electoral de 1943.
La mayor isla del Caribe disfruta en base a las creencias de los Nicolas Maduro, Daniel Ortega y Evo Morales de una especie de paraíso de la represión, un Estado policial perfecto donde el único partido político existente no requiere simulaciones electorales y el disfrute de las prerrogativas ciudadanas es una potestad del Estado totalitario, la bienaventuranza de todos los autócratas.
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