María Corina, líder de la democracia

Cajón de sastre

Este siglo XXI se apreciaba una aridez de liderazgo en lo que respecta a la política en general y, todavía más, entre quienes tienen un compromiso explícito con la democracia

Machado reapareció a bordo de un camión que recorrió las calles Caracas hasta llegar a la manifestación, donde la esperaban miles de personas
Machado en una manifestación de 2023. / María Corina Machado/ Instagram
Pedro Corzo

22 de diciembre 2025 - 06:10

Miami/Hace unos días conversaba con dos queridos amigos, el empresario Kemel Jamis y el escritor Jose Antonio Albertini, sobre la falta de líderes en América Latina que tuvieran una visión democrática a nivel hemisférico.

Nos remontamos al siglo XIX y mediados del XX señalando que fueron tiempos ricos en figuras notables en todos los espacios imaginables, como Simón Bolívar, José de San Martín, José Martí, Juan Domingo Perón, Francisco I. Madero y muchos más. Sin embargo, acordamos que en este siglo XXI se apreciaba como una especie de aridez de liderazgo en lo que respecta a la política en general y, todavía más, entre quienes tienen un compromiso explícito con la democracia en particular.

En ese momento, Jamis terció y apuntó que tiene la certeza de que ese vacío de liderazgo hemisférico puede ser llenado por María Corina Machado, la lideresa venezolana premio Nobel de la Paz que ha demostrado estar sobrada de talento y coraje, como cuando en plena Asamblea Nacional increpó y llamó ladrón a Hugo Chávez, que intervenía en aquella sesión, aunque la mayoría estaba en su contra.

La realidad es que América Latina ha padecido una crónica falta de líderes férreamente comprometidos con la democracia, específicamente aquellos que se hayan distinguido o distingan por su proyección continental, aunque debemos admitir que tampoco han abundado personalidades notables en los ámbitos nacionales, con excepciones como el ex presidente colombiano Álvaro Uribe y el actual mandatario argentino Javier Milei.

Por demás, hay que decir que la mayoría de los mandatarios nacionales han tenido muy poca visión en lo que respecta a los peligros que corre la democracia ante el castrochavismo y sus variantes, y un muy limitado espíritu de solidaridad con las repúblicas que han sido sometidas por autócratas, entre las que hay que contar a Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Por demás, hay que decir que la mayoría de los mandatarios nacionales han tenido muy poca visión en lo que respecta a los peligros que corre la democracia ante el castrochavismo

Por otra parte, al despotismo y las autocracias, les han sobrado dirigentes importantes, entre los que destacan Fidel Castro y Hugo Chávez en el plano continental; y Nicolás Maduro, Rafael Correa, Daniel Ortega, Evo Morales, Manuel Noriega y Manuel Zelaya en instancias nacionales, sujetos, todos, cuyos seguidores dejan mucho que desear en cuanto a su capacidad de discernimiento y que los han promovido y respaldado por décadas sin tener en cuenta sus abusos y pillajes.

Un autócrata que no debe faltar es Augusto Pinochet. El dictador chileno pudo haber sido un líder hemisférico, aunque no democrático, como consecuencia de haber sido el artífice del derrocamiento de un aliado incondicional de Fidel Castro y de todos sus asociados, Salvador Allende, quien fuera una personalidad importante de la izquierda vegana, si es que existe, con fuerte inclinación al canibalismo.

Vale señalar que hay figuras que podrían estar en una u otra de estas relaciones como Luis Inacio Lula da Silva, Nayib Bukele, Michelle Bachelet y el matrimonio Kirchner- Fernández, puesto que las profundas contradicciones en las que han incurrido en sus respectivos liderazgos – tanto al interior de sus países como por la política exterior desplegada–, dejan al criterio de cualquier observador una futura ubicación. De momento, este espectador situaría a da Silva y Kirchner-Fernández entre los enemigos de las democracias hemisféricas en la misma instancia que Castro y Chávez, la conducta cómplice de los tres alcanzó niveles aberrantes.

Los líderes nacionales son una querencia fundamental en cualquier país –presencia que no se debe confundir con la de caudillos o sátrapas al servicio de minorías–, al igual que se necesitan paradigmas internacionales que puedan sintetizar por su gestión y propuesta los más caros anhelos de la ciudadanía.

Comparto absolutamente la propuesta de Jamis y Albertini de que la señora María Corina Machado puede asumir a plenitud un liderazgo continental, puesto que ha demostrado tener fuertes convicciones democráticas, honrado su compromiso con quienes tienen la libertad y los derechos ciudadanos en primera instancia y, por último, no teme a sus enemigos.

María Corina, como ha ocurrido a través de la historia cuando los déspotas intentan quebrar a quienes les retan, se ha crecido y ha alcanzado cotas inimaginables aún para sus más fieles partidarios, como fueron los comicios del 28 de julio del 2024. Y que una adversaria de la izquierda, pero política consecuente, lograra el Nobel de la Paz gracias a su constante sacrificio y sobrado decoro. 

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