Las últimas semanas no han sido buenas para Nicolás Maduro y el futuro luce mal para su régimen

Cajón de Sastre

La licencia a Chevron caducó el martes, como estaba previsto, aunque la empresa seguirá prestando mantenimiento a las refinerías venezolanas

Mientras la producción petrolera venezolana se desintegra, otros países vecinos comienzan a destacar.
Mientras la producción petrolera venezolana se desintegra, otros países vecinos comienzan a destacar. / EFE
Frank Calzón

31 de mayo 2025 - 10:42

Miami/A principios de mayo, Nicolás Maduro voló a Moscú, donde reside Bashar al-Assad, el depuesto sátrapa sirio con su esposa, desde hace unos meses.

No han trascendido los detalles de las conversaciones de Maduro con Vladímir Putin, pero es de suponer que, en vista de la grave situación venezolana, la alianza entre los dos dictadores fue parte de la agenda. Venezuela y Siria son países muy distintos en diferentes partes del mundo, pero lo cierto es que, cuando llegó el momento crítico, ni la base naval rusa en Tartus, ni la alianza con Rusia pudieron evitar el derrocamiento de Assad.  

Hace una semana, varios medios informaron de que la Administración de Donald Trump extendería la licencia a Chevron para operar en Venezuela que había aprobado el presidente Joe Biden. Para Maduro era una buena noticia por los millones de dólares que significaba en un momento en que Caracas encara tiempos difíciles. Pero no pudo ser.

El Gobierno norteamericano está compuesto de tres poderes independientes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. En la Cámara de Representantes se discutía una ley de extrema importancia para el presidente Trump y varios congresistas republicanos cubanoamericanos presionaron para que no se prorrogara la licencia que era tan importante para el dictador venezolano.

La ley fue aprobada por 215 votos contando con el apoyo de los congresistas cubanoamericanos. La licencia a Chevron caducó el martes, como estaba previsto, aunque Chevron seguirá prestando mantenimiento a las refinerías venezolanas; pero la Administración estadounidense planea imponer altos aranceles a los países que compren petróleo venezolano en el futuro. La cosa pinta mal para Maduro.

Lo sucedido ofrece una visión quizás poco conocida del funcionamiento de la democracia norteamericana: a mediados de mayo, El Nuevo Herald informaba sobre una prórroga de 60 días, que iba a permitir las operaciones de Chevron en Venezuela. El presidente de la compañía petrolera, Mike Wirth, advirtió en una entrevista con Fox Business de que, de no renovarse la licencia, China y Rusia podrían llenar el vacío dejado por la empresa estadounidense, lo que representaría una pérdida estratégica para Estados Unidos.

Wirth no se pronunció sobre los beneficios que esta operación podría representar para el Gobierno de Nicolás Maduro

Sin embargo, Wirth no se pronunció sobre los beneficios que esta operación podría representar para el Gobierno de Nicolás Maduro, ni sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela o el interés nacional de Estados Unidos en el asunto. Es probable que no esté familiarizado con el dicho popular que advierte de que "los capitalistas venderán la soga con la que serán ahorcados". Ante esta posibilidad, comunidades cubanas y venezolanas en el sur de Florida expresaron su preocupación.

Pocos días después, el Secretario de Estado Marco Rubio zanjó la controversia al anunciar en su cuenta de X: “La licencia petrolera pro-Maduro de Biden en Venezuela expirará según lo programado el próximo martes 27 de mayo”.

La decisión no fue favorable para Maduro ni para su aliado Miguel Díaz-Canel, en La Habana, especialmente si el presidente Trump, como se ha informado, incrementa los aranceles en un 25 % a los países que compren petróleo venezolano.

Para comprender por qué la licencia de Chevron se ha convertido en un tema estratégico, es útil revisar la historia reciente.

A finales de los años noventa, Venezuela producía más de tres millones de barriles diarios, consolidándose como una potencia energética. Sin embargo, tras años de expropiaciones, decisiones erráticas y una estatal petrolera convertida en botín político, la producción se desplomó.

Cuando Hugo Chávez falleció en 2013, la producción ya mostraba signos de deterioro.

Con Nicolás Maduro, la caída se agravó aún más: en 2023, la producción promedio era de apenas 783.000 barriles diarios. Aunque en 2024 repuntó a 921.000, el país sigue muy lejos de los casi tres millones que bombeaba en sus mejores tiempos, según cifras de la OPEP.

En este contexto, la presencia de Chevron en Venezuela dejó de ser meramente económica para adquirir un matiz político.

Su permanencia ofrecía al régimen un mínimo de legitimidad internacional y, sobre todo, una fuente de divisas difícil de obtener por otras vías.

No sorprende, entonces, que su posible salida haya causado inquietud entre quienes dependen de esa operación para mantener a flote el aparato estatal, al menos simbólicamente.

Mientras la producción venezolana se desintegra, otros países vecinos comienzan a destacar. Uno de ellos es Guyana, cuya costa atlántica ha revelado importantes yacimientos de petróleo. Empresas como ExxonMobil ya han comenzado a explotarlos, despertando el interés –y la molestia– del Gobierno venezolano.

Caracas insiste en reclamar el Esequibo, una región que aparece en sus mapas oficiales como parte del territorio nacional, pese a que la comunidad internacional reconoce la soberanía guyanesa. No es casual que en 2023 aumentaran las tensiones cuando tropas venezolanas fueron vistas cerca de la frontera.

La respuesta desde Georgetown fue inmediata, con llamados a la comunidad internacional.

Washington respaldó a Guyana con declaraciones claras, reafirmando su compromiso con la estabilidad regional.

Todo esto ocurre mientras Maduro pierde espacio.

 La no renovación de la licencia a Chevron, la presión sobre los compradores de crudo venezolano y el respaldo a países vecinos con gobiernos estables y reglas claras sugieren una nueva etapa. Y en ella, los márgenes para sostener un modelo agotado se estrechan, con o sin soga de por medio.

Washington respaldó a Guyana con declaraciones claras, reafirmando su compromiso con la estabilidad regional

Mientras tanto, en Cuba continúan los apagones y las compañías petroleras europeas que invirtieron millones de dólares en búsqueda del oro negro cubano, lamentablemente no lo encontraron.

Es difícil entender las prioridades del Gobierno del presidente Díaz-Canel, que ha permitido la falta de mantenimiento y el deterioro de la industria petrolera cubana. En ningún otro país de América Latina existen los apagones continuos que sufren los cubanos. Ojalá que, en un futuro, como hemos visto en Washington, la Asamblea del Poder Popular no anteponga la aprobación de millones de dólares para la construcción de hoteles para extranjeros, donde nunca falta la electricidad, al mantenimiento y a la renovación del sistema eléctrico del país.

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  • Este artículo se escribió con la colaboración de Carlos L. Martínez.

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