¿Agua o té?

"Mi primo bromea y manda una foto en la que se observa una pequeña jarra de cerámica con un líquido oscuro dentro acompañada de unas galletas". (M. Requeiro)
"Mi primo bromea y manda una foto en la que se observa una pequeña jarra de cerámica con un líquido oscuro dentro acompañada de unas galletas". (M. Requeiro)
Marta Requeiro

06 de noviembre 2018 - 11:17

Miami/La tecnología se ha ido adentrando en nuestra querida Isla, con mayores o menores posibilidades, pero con esto contrasta la precariedad del cubano en su vida diaria. El que está allá sufriendo los desmanes de ese huracán que nunca termina de pasar, llamado Revolución cubana y donde solo viven con calidad los que están en el centro del vórtice, generando las desgracias, trata de mostrar lo lamentable de su naturaleza ordinaria.

Asiduamente me comunico con mi familia gracias a internet. Esto ha sido posible a través de las redes sociales. Primos, tíos o parientes en general, que incluso no conocía o no veía desde hace mucho, son parte de mi vida cotidiana porque, al menos de forma virtual, los siento más cerca.

Recientemente, estaba chateando con un primo y, de repente, me manda una foto en la que se observa una pequeña jarra de cerámica con un líquido oscuro dentro acompañada de unas galletas

Recientemente, estaba chateando con un primo y, de repente, me manda una foto en la que se observa una pequeña jarra de cerámica con un líquido oscuro dentro acompañada de unas galletas:

¿Quieres té? —me ofrece en forma jocosa.

Confieso que mi primera reacción fue preguntarme: ¿Desde cuándo los cubanos se han vuelto amantes del té? ¿desde cuándo esa simpatía por algo tan anglosajón? Porque las costumbres cubanas son más de tomar una limonada fría o un café, más que de un té.

Pero, inmediatamente, veo que me envía una interjección correspondiente a una risa y aclara que lo que contiene el vaso no es precisamente té sino agua del grifo.

¡Por Dios!, cómo es posible que un agua tan turbia llegue por las tuberías! —le contesto sorprendida.

Mi primo me cuenta los miles de problemas que padecen los vecinos de Cienfuegos al respecto:

"¡Ay, mija, es una rotura desde hace meses! Ahora están cambiando tuberías, turbinas y esas cosas. Aquí hay lugares a los que el agua no llega desde hace dos semanas" —cuenta. "Bueno, eso es lo que dicen el noticiero provincial y el periódico. Hablan de que la mala calidad del agua se debe a que no tienen presupuesto para invertir en equipamientos para mejorar su calidad. También se mencionan roturas en las redes hidráulicas, que han estado en explotación desde hace muchos años y por eso han colapsado. En una investigación que hicieron por los alrededores de la conductora detectaron robos de agua en las acometidas de las cooperativas y otras instituciones, y ahora se les está multando por eso", puntualiza.

"Si los tíos nuestros, que ya están muertos y eran tan revolucionarios, resucitan y ven ahora el relajo en que se ha convertido aquello de 'la revolución del pueblo y para el pueblo' se vuelven a morir de la impresión"

Entonces, primo —le recuerdo—, si los tíos nuestros, que ya están muertos y eran tan revolucionarios, resucitan y ven ahora el relajo en que se ha convertido aquello de "la revolución del pueblo y para el pueblo" se vuelven a morir de la impresión, ¿verdad?

"¡De que se mueren se mueren, sí señor! Y los hoteles siguen creciendo. Aquí se inauguró el San Carlos, de la firma Meliá. ¿Y los cayos?... Bueno, yo solo conozco a Cayo Carena, con sus casitas medio caídas, no conozco los demás cayos. Mucha gente ha ido a disfrutar un día en ellos y dice que les cae una tristeza doble, porque al regresar tienen que abandonar las comodidades, el confort, y llegar a sus casas con el bolsillo vacío" —se explaya. Bien saben los que han ido, al menos una vez en la vida a esos lujosos cayos, que ni su dinero, ni el de los turistas que allí disfrutan de las mil maravillas servirá para mejorar la calidad de vida del pueblo. Los gobernantes no se esmeran como realmente se debiera para que haya agua en cada casa (ni siquiera potable).

Hace dos meses leí en Cubadebate una entrevista a Félix Hernández Suárez, asesor de la Asamblea Provincial del Poder Popular, quien atiende la situación del suministro del agua a petición de las máximas autoridades de la provincia, en la que planteaba: "Mientras no se estabilice la conductora de Paso Bonito la situación será difícil; no hay seguridad de nada y el pueblo estará sin agua".

Bien saben los que han ido, al menos una vez en la vida a esos lujosos cayos, que ni su dinero, ni el de los turistas que allí disfrutan de las mil maravillas servirá para mejorar la calidad de vida del pueblo

Profundizando en el tema he llegado a saber que los vecinos han tenido que abandonar sus casas e irse más lejos, con familiares y amigos, huyendo del lugar hacia donde las circunstancias son menos críticas.

Si al servicio de abasto se le fija un horario, casi siempre cada dos horas, la ponen, como mucho, unos pocos minutos. El servicio alternativo de pipas es irregular y los equipos utilizados para conducir el líquido hasta los hogares se rompen por falta de combustible.

Además, ha surgido un negocio: el de la venta de agua.

Hasta ayer, el escenario en las zonas afectadas de Cienfuegos (sin mencionar el Oriente del país, donde la carencia de agua es igual de crítica) mostraba la tragedia. Me pregunto: ¿Hay presupuesto para abrir más hoteles y hacer de los cayos lugares destinados al turismo? ¿Y la gente común y corriente?

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