Biden y el mundo toman nota de la represión contra el Movimiento San Isidro

Los artistas llegaron para expresar su solidaridad con los integrantes del Movimiento San Isidro y exigir un encuentro con el ministro de cultura. (Facebook/Ahmel Echevarría)
Artistas reunidos frente al Ministerio de Cultura, para hablar con las autoridades y en solidaridad con el Movimiento San Isidro, el viernes 27 de noviembre. (Facebook/Ahmel Echevarría)
Frank Calzón

30 de noviembre 2020 - 15:47

Miami/Hasta ahora, la denuncia de la represión contra los artistas del Movimiento San Isidro es una de las pocas áreas en que coinciden Donald Trump y Joe Biden. El asesor de Seguridad Nacional de Biden, Jake Sullivan, declaró el 27 de noviembre en un tuit: "Apoyamos al pueblo cubano en su lucha por la libertad y nos hacemos eco de las demandas hechas al Gobierno de Cuba a que libere a los opositores pacíficos. El pueblo de Cuba debe poder ejercer su derecho universal a la libertad de expresión".

El pasado día 24, el secretario de Estado en la Administración de Trump, Mike Pompeo, ya se había solidarizado con los huelguistas de San Isidro. Pompeo tuiteó: "Instamos al régimen cubano a que cese el hostigamiento a los manifestantes del Movimiento San Isidro y libere al músico Denis Solís, quien fue injustamente sentenciado a ocho meses de prisión". Y agregó: "La libertad de expresión es un derecho humano. Estados Unidos apoya al pueblo de Cuba".

La respuesta de La Habana –que se resume a lo dicho por el Ministerio de Relaciones Exteriores al encargado de negocios de Estados Unidos en la Isla– demuestra una vez más la continuidad de la visión del mundo de la élite gobernante. "Cuba no permite a Estados Unidos, ni a Estado alguno la injerencia en los asuntos internos del país, y reiterará esa afirmación al Departamento de Estado", considerando como "una intromisión flagrante y desafiante en los asuntos políticos internos de Cuba y violaciones incontestables de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas".

Por su parte, Sullivan es un experimentado diplomático, seguramente preocupado en este momento por las tensiones en el Medio Oriente, donde acaban de asesinar al científico nuclear iraní más importante. Hace unos días un portaaviones norteamericano comenzó a patrullar el golfo Pérsico.

La denuncia de la represión contra los artistas del Movimiento San Isidro es una de las pocas áreas en que coinciden Donald Trump y Joe Biden

Es en ese contexto que se inserta la dramática huelga de hambre de esos jóvenes cubanos que defienden la libertad artística y piden el excarcelamiento de Denis Solís, un rapero condenado injustamente a prisión por supuesto desacato.

El asalto a la sede del Movimiento San Isidro por la Policía, la golpiza de los activistas, la detención de los catorce que después fueron puestos en libertad, con excepción de Maykel Osorbo y Luis Manuel Otero Alcántara, arrestados de nuevo horas después, fueron reportados ampliamente por la prensa internacional, que además cubrió la noticia sobre la multitud de apoyo –unos 300 artistas e intelectuales– frente al Ministerio de Cultura, y la movilización de fuerzas policíacas y el uso de gases lacrimógenos en contra de la manifestación.

San Isidro será posiblemente un punto de inflexión cuando se estudie la historia de la Revolución. El contexto ha cambiado: Fidel murió, y ahora elementos de la sociedad civil, amordazados por completo desde 1968 con "la ofensiva revolucionaria", reaparecen en escena.

Se organizó una manifestación "espontánea" de miles de estudiantes en apoyo al régimen en el parque Trillo. Pero ya pocos le creen, ni alrededor del mundo ni en Cuba. A la manifestación del viernes 26 de noviembre por los derechos humanos y la libertad de las artes fueron hombres y mujeres conscientes de enfrentar un peligro real, como se vio horas después cuando la Seguridad cercó el acceso al área para que no pudieran unírseles más cubanos.

La manifestación oficial es "continuidad": camiones del ejército, ómnibus recogiendo a los vecinos, ayuda de los Comités de Defensa de la Revolución y obreros conminados a participar bajo pena de perder sus trabajos.

La cúpula sabe que sus días están contados. Como el liderazgo alemán que pretendió crear un Reich que duraría mil años, los ancianos generales, veteranos de la Sierra Maestra, entienden que la guerra se ha perdido y solo queda tratar de retrasar el día final. La guerra perdida no es contra los yanquis. Fidel lo proclamó: "Morir antes que retroceder". La derrota inevitable es otra, y la perdieron en el corazón de la inmensa mayoría del pueblo cubano.

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