El Consejo para la Transición Democrática en Cuba denuncia el chantaje de Rusia

El gobernante cubano, Miguel Díaz-Canel, junto a su par ruso Vladimir Putin. (Kremlin)
El presidente ruso, Vladímir Putin, junto a su homólogo cubano, Miguel Díaz-Canel. (Kremlin)
Manuel Cuesta Morúa, Marthadela Tamayo y Elena Larrinaga

14 de enero 2022 - 21:25

La Habana/Una vez más. El Gobierno cubano regresa a la arrogante genuflexión al servicio del imperialismo ruso en su más arcaica expresión: la expansión territorial. Como hace 60 años, el discurso de la soberanía no es más que la coartada para la doble ambición del poder absoluto y de la representación mundial del antinorteamericanismo. Era lo que nos faltaba: de nuevo el póker con nuestra soberanía como chantaje geopolítico de un actor disruptivo y global, cuyos únicos activos son el hackeo, las nuevas armas supersónicas y la flagrante violación de las soberanías aledañas. El partido comunista cubano es una vergüenza nacional.

En el Consejo para la Transición Democrática en Cuba hemos esperado exactamente doce horas por un tuit de la presidencia de Cuba o del ministerio de relaciones exteriores desmintiendo las declaraciones de altos jerarcas rusos en las que avanzan la posibilidad, si no es ya una realidad, de que podrían desplegarse armas y ejércitos en nuestro país y en la hermana Venezuela si los Estados Unidos insisten en su defensa de la soberanía de Ucrania y en la expansión de la OTAN hacia los países limítrofes. Y nada. Silencio de un gobierno que se ufana frente a los cubanos y al mundo de ser el sacrosanto defensor de la integridad territorial y la soberanía de los pueblos.

¿Nada tienen que decir la Secretaría General de la ONU o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños por esta contribución del Gobierno cubano al fortalecimiento y defensa de la paz en la región?

Hay aquí una triple humillación de Rusia que debería indignar a las y los cubanos. Rusia suplanta la voz del Estado cubano dando al mundo una información que, de ser cierta, debería haber sido comunicada soberanamente por el Gobierno cubano. Rusia dispone del territorio nacional a espaldas de los intereses más profundos de Cuba, y Rusia viola la determinación anunciada a bombo y platillo por el Gobierno cubano, firmada y declarada junto a otras naciones de la región, de convertir a la América Latina y al Caribe en una zona de paz. Una declaración que suponemos depositada como instrumento en las Naciones Unidas.

¿Nada tienen que decir la Secretaría General de la ONU o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños por esta contribución del Gobierno cubano al fortalecimiento y defensa de la paz en la región?

Los cubanos sí tenemos mucho que decir y hacer. Decenas de jóvenes están siendo acusados por sedición por el mismo Gobierno que se auto humilla y vende nuestra soberanía, de nuevo, a una potencia extranjera. En un diseño que, paradójicamente, refleja la incapacidad de la élite cubana para escapar de su mentalidad colonizada, el Gobierno entrega a una Cuba en sus horas más difíciles a la peligrosa combinación de vender los activos económicos a actores externos, de entrar en el juego geoestratégico de potencias externas y de depender de ellas para la supervivencia elemental de los cubanos. Todo por su patología de poder.

Las debilidades rusas de la élite política cubana constituyen el verdadero peligro a nuestra seguridad nacional. En 1962 empezó como una silenciosa tragedia que termina en humillación. En 2022 comienza como una humillación que puede finalizar como tragedia.

Recuperar la soberanía de las manos de un partido que se coloca por encima de ella y del Estado es el desafío político más urgente para las y los cubanos. De inmediato, la crítica sin ambages al expansionismo ruso, la solidaridad compartida hacia los pueblos ucraniano y venezolano y la condena a un Gobierno mediocre e incompetente que, en vez de concentrarse en la búsqueda de genuinas soluciones a los problemas nacionales de una nueva sociedad que lo detesta, se dedica a jugar como soldadito de fila en la nueva guerra fría entre potencias.

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