La fe inalterable del régimen en su continuidad

a muerte de Fidel Castro no trae libertad para el pueblo cubano. (EFE)
La muerte de Fidel Castro no trae libertad para el pueblo cubano. (EFE)
José Azel

03 de enero 2017 - 23:14

Miami/Raúl Castro, en su anuncio de un minuto en la televisión cubana comunicando la muerte de su hermano, se refirió a Fidel Castro como “el fundador de la revolución cubana”. La etiqueta de “fundador” muestra la fe inalterable del régimen en su continuidad.

Fidel Castro, aunque una presencia de fondo, había estado efectivamente fuera del poder durante una década. Raúl ha orquestado una sucesión sin interrupciones con él mismo como primer secretario del Partido Comunista, y personas seleccionadas por él en la nueva generación del liderazgo comunista.

Esta es la agridulce realidad para los cubanos que amamos la libertad, y muchas veces creímos en el slogan No Castro no problem. Fidel Castro puede haberse ido, pero el régimen permanece estructuralmente intacto. La muerte de Fidel Castro no trae libertad para el pueblo cubano. Su legado es el de miles de ejecutados ante pelotones de fusilamiento, brutal represión, campos de concentración, y toda posible violación de derechos humanos. Convirtió lo que en 1958 era uno de los países más prósperos de América Latina en un empobrecido estado disfuncional del que el 20% de la población ha escapado.

Fidel Castro puede haberse ido, pero el régimen permanece estructuralmente intacto

Además, de acuerdo al informe Libertad en el Mundo de la organización Freedom House, Cuba permanece como el único país de las Américas considerado “no libre”, con valoraciones en las peores categorías en cuanto a derechos políticos y libertades civiles. Aun así, los hermanos Castro no son deshonrados como arquitectos de esta tragedia, sino distinguidos por la obsequiosidad de muchos líderes mundiales.

Cuba es hoy una nación con una ideología desacreditada, un declinante liderazgo senil y una economía en bancarrota. Entonces, ¿qué será lo siguiente para esa trágica isla? Comencemos examinando lo que yo llamo una cultura de aquiescencia.

Meme es un neologismo acuñado por el científico británico Richard Dawkins para explicar la manera en que se transmiten ideas y conductas sociales a través de medios no genéticos, en contraste con la transmisión por genes. Por ejemplo, un muchacho expuesto constantemente a violencia en el hogar puede llegar a aceptar la violencia como natural. En ciencias políticas, explico los memes como genes socioculturales que ayudan a entender cómo, en sociedades totalitarias, la presunción de poder destrona la presunción de libertad.

Usualmente no basta el uso del poder para preservar un régimen opresor. En algún nivel debe haber una aceptación tácita de que la clase dirigente posee alguna legitimidad para ejercer el poder. En China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba, el misticismo revolucionario ligado a Mao Zedong, Ho Chi Minh, Kim Il-Sung y Fidel Castro sirvió para conferir tal legitimidad. Con el tiempo, la presunción de libertad se reemplaza con la aceptación de los poderes tiránicos como legítimos.

En China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba el poder coercitivo ha engendrado memes de aquiescencia acogiendo la presunción generalizada de que los dirigentes nacieron con derecho a gobernar y el pueblo con obligación de obedecer. Esto también es parte del legado de Fidel Castro.

El cisne negro podría ser un desconocido Václav Havel o Boris Yeltsin en las fuerzas armadas que sea capaz de emerger y consolidar el poder como un verdadero reformista

Pensando en la Cuba post-Fidel es esencial tener en mente que la historia de la Isla en los últimos sesenta años es la historia de los hermanos Castro y sus ideas. El círculo íntimo de Raúl Castro no lo forman demócratas agazapados esperando por el momento oportuno de poner en práctica largamente reprimidos ideales jeffersonianos. Su modo de gobernar es inseparable de su ideología.

Si presuponemos que el cambio en Cuba no vendrá como resultado de alguna intervención de EE UU o internacional (de afuera hacia adentro), ni como resultado de algún evento de abajo hacia arriba como la Primavera Árabe, nos queda solamente el cambio de arriba hacia abajo. Es decir, un cambio que se origina en un liderazgo ajeno a la cultura democrática e imbuido de un incentivo negativo hacia reformas democráticas.

Por supuesto, el imponderable, la posibilidad de un improbable cisne negro, siempre está presente. El cisne negro podría ser un desconocido Václav Havel o Boris Yeltsin en las Fuerzas Armadas que sea capaz de emerger y consolidar el poder como un verdadero reformista. Sin embargo, en la coyuntura actual no se ve la posibilidad de caminar hacia la democracia liberal, ni siquiera hacia un cambio.

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Nota de la Redacción: José Azel es investigador senior en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami y autor del libro Mañana in Cuba.

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