Trump y la política de "olla de presión"

Manifestantes cubanos en la protesta espontánea conocida como "el maleconazo", en 1994. (Archivo)
Manifestantes cubanos en la protesta espontánea conocida como "el maleconazo", en 1994. (Archivo)
Ariel Hidalgo

04 de mayo 2019 - 17:19

Miami/Las idas y venidas de funcionarios de Trump a La Florida en los últimos meses para reunirse con exiliados cubanos y venezolanos, y las medidas contra las dictaduras de Maduro y el castrismo, responden claramente a un interés electoral, lo cual es algo muy común.

Todos los políticos, republicanos y demócratas, han hecho siempre lo mismo. Lo que es nuevo, es la aplicación de los Títulos III y IV de la Ley Helms-Burton que ningún presidente, desde Clinton a Obama, se había atrevido a aplicar antes, porque afectaban los intereses de muchos países aliados, sobre todo, de Europa.

El que ahora se atrevieran a dar ese paso extremo, tiene tintes de recurso desesperado, porque al parecer no ven muy clara la posibilidad de reelección presidencial, sobre todo, tras la conquista de la mayoría por los demócratas en el Congreso. Y la Florida, como se sabe, es determinante para ganar un segundo período.

A ello se unieron limitaciones de viajes y remesas, supuestamente para reducir lo que según creen es la principal fuente de divisas del régimen de La Habana. Y, por si fuera poco, Trump amenaza con un "embargo total", medidas todas del corte de una política que por más de medio siglo ha fracasado.

La teoría de muchos de los defensores de la línea dura se basa en que esta vez sí va a funcionar, porque las medidas se agregarían a la profunda crisis económica

La teoría de muchos de los defensores de la línea dura se basa en que esta vez sí va a funcionar, porque las medidas se agregarían a la profunda crisis económica que, según claros indicios, va a dar lugar a un nuevo Período Especial de calamidades en lo que otrora fuera llamada la Perla de las Antillas, y que el país no soportaría una segunda parte.

Y en eso quizás tengan razón, no por el dicho de que "segundas partes nunca fueron buenas", sino porque desde entonces la ciudadanía ha avanzado en muchos aspectos, tanto en la frustración ante tantas falsas expectativas y promesas incumplidas, como en el acceso a las nuevas tecnologías de la telecomunicación. El objetivo final de esta política siempre ha sido hacer que estalle "la olla de presión" y que las multitudes se lancen a las calles contra la dictadura hasta que ésta reviente.

Como se le está ofreciendo -como otras muchas veces- en bandeja de plata a los octogenarios gobernantes la oportunidad de echar sobre "el Imperio" toda la responsabilidad del resquebrajamiento económico, repetirían el acto ilusionista de hacer creer que el principal problema de los cubanos es la contradicción entre una gran potencia y el pequeño país heroico al que pretenden subyugar. Y por ese camino, es probable que salgan a las calles, pero, no sé si muchos lo harán contra esa dictadura o para maldecir a Trump y al imperialismo. Y aunque la reacción fuera la que esta lógica pretende, sospecho que el resultado sería peor que la enfermedad.

Un 'maleconazo' multiplicado por diez o por veinte no sólo provocaría una destrucción devastadora, sino que esta vez vendría acompañada de un número incalculable de heridos y muertos

Un maleconazo multiplicado por diez o por veinte no sólo provocaría una destrucción devastadora, sino que esta vez vendría acompañada de un número incalculable de heridos y muertos. Los ejemplos, aunque tal vez en menor escala, están a la vista en las manifestaciones de años recientes en Venezuela y Nicaragua. ¿Hubo algún fruto concreto? El único ha sido la experiencia de lo que no se debe hacer. Por lo que parece, la oposición venezolana la ha asimilado muy bien y el mensaje de Juan Guaidó ha sido claro: no violencia, aunque no pueda evitar que en la periferia del movimiento haya quienes desborden ese mensaje.

Por otra parte, los principales afectados serán los asalariados, los cuentapropistas, los jubilados, todo el pueblo. Pero ninguna de estas personas tiene derecho a votar en los comicios de Florida.

Un día alguien le preguntó a Manuel Moreno Fraginal por qué un pueblo tan rebelde y heroico como el cubano no se rebelaba contra esta dictadura, y el prestigioso autor de El Ingenio respondió: "Porque en Cuba hace mucho que dejó de haber una clase media que fue siempre la protagonista de todos esos hechos". Está claro. La clase media ni tiene nada que perder, ni tiene los impedimentos de las ataduras económicas.

Esa clase es la que ha empezado a surgir en Cuba desde hace algunos años con los cuentapropistas, mercado negro, artistas, blogueros y periodistas independientes que no tienen ataduras con el Estado. Ellos podrían liderar un amplio movimiento pacífico a favor del cambio, muy semejante a lo que significó el Tercer Estado en la Francia pre-revolucionaria. Pero ahora, con esta política de la administración Trump, ese proceso podría frenarse.

Pero con Trump o sin Trump, la dirigencia histórica de Cuba se verá de todas maneras en la disyuntiva de tener que hacer concesiones mayores de las que ha hecho hasta ahora

Si el presidente es destituido por un juicio político debido a sus barrabasadas, o pierde las elecciones –puesto que muchos habían votado por él sólo para oponerse al establishment y en particular a la clase política–, las medidas probablemente durarán muy poco, pero si gana, las tendremos para rato.

Pero con Trump o sin Trump, la dirigencia histórica de Cuba se verá de todas maneras en la disyuntiva de tener que hacer concesiones mayores de las que ha hecho hasta ahora si quiere evitarse los graves peligros y dolores de cabeza que se le vienen encima. Cuba podría levantarse y florecer en muy poco tiempo.

Bastaría con liberar y estimular las fuerzas creativas de los cubanos. Pero eso significaría renunciar al control monopólico de las riquezas. Si no lo hace, otros tendrán que hacerlo, y esos otros no serían sólo los disidentes, sino toda la sociedad civil: académicos, profesionales, estudiantes, periodistas independientes, blogueros, escritores, cineastas y demás artistas, redactar un programa conjunto y consensuado de los cambios necesarios y levantar la voz bien alto.

Esto no es un deseo o un capricho, sino una urgencia y un deber de todos los cubanos si es que quieren evitar la tragedia que se aproxima.

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