Amiquemeimporta
En una fecha imprecisa de la década de los 70 un profesor de rumba intentaba exponer a un grupo de nórdicos cómo hacer el movimiento de los hombros. No lo consiguió hasta que –con la ayuda de la traductora- dijo la frase ¿a mí qué me importa? al tiempo que subía y bajaba sus hombros acompasadamente. Un joven pelirrojo captó la esencia mejor que el resto del grupo y mientras repetía la frase con un acento realmente cómico, decía a sus colegas ¡Ahora parezco un cubano!
Llevo recordando esa escena por más de 30 años y siempre me produce la misma mezcla de gracia y molestia. ¿Será la indolencia parte esencial de nuestra naturaleza?
El paternalismo de estado, sumado a la deliberada intención de privilegiar la obediencia por encima de la creatividad, han favorecido que la indiferencia ciudadana se haya instalado con visos de permanencia en la conducta del cubano. ¿A mí qué me importa?, comenta uno, mientras arranca unos angulares de la base de una torre sostenedora de cables de alta tensión para hacer con ellos un corral de puercos. ¿A mí que me importa?, piensa el custodio que ve cómo saltan por la cerca de su empresa los productos que nunca llegan al pueblo ¿A mí que me importa?, dice sin pudor un tercero, que mira hacia otra parte cuando a pocos metros de él insultan y atropellan a una Dama de Blanco…
Los que mandan en Cuba siguen creyendo que la inercia se arregla con disciplina, orden y exigencia y gritan con el puño en alto desde sus tribunas sin percatarse del leve pero significativo movimiento en los hombros de la tropa.
Aquel profesor de rumba murió en Finlandia donde se quedó tras abandonar al grupo folklórico de gira por Europa. El nórdico pelirrojo quizás ya sea abuelo, ¿y nosotros?: Aquí, satisfechos de cuan cubanos somos, al compás de esta perezosa rumba exhibiendo orgullosos nuestra desidia y apatía.