Los atributos del poder

Reinaldo Escobar

16 de diciembre 2009 - 22:31

La terea de gobernar un país requiere de especiales circunstancias, lo que en términos muy  generales pudiera denominarse como los atributos del poder. Dichos atributos pudieran separarse en dos grupos: los reservados a la gestión gubernamental propiamente dicho, por ejemplo, auto con chofer, secretarias, despacho privado, guardaespaldas, medios de comunicación, etc. y los que se destinan a hacerle la vida más llevadera a la persona que ejerce el cargo.

Este último aspecto se soluciona en algunos países con la asignación de un salario elevado, mediante el cual, el funcionario en cuestión paga los bienes y servicios que le permitan no tener que preocuparse de otra cosa que no sean sus obligaciones públicas.

En Cuba, que es el único país que conozco bien, los salarios del presidente y los ministros posiblemente sean los más bajos de todo el mundo. Para que estos “abnegados compañeros” puedan dedicarse en cuerpo y alma a sus deberes, el estado les asigna algunas facilidades, entre ellas una vivienda confortable, personal para el trabajo doméstico, suministro paralelo de alimentos, vestuario, efectos electrodomésticos, atención médica especial y otros que varían según el nivel jerárquico.

Si estas personas tuvieran que pagar de su bolsillo estas prebendas que disfrutan, sus salarios ya no podrían ser  los más bajos en una escala internacional. La diferencia entre una y otra forma de retribuir a los funcionarios gubernamentales, con salario elevados o con privilegios, es que la primera es mensurable y públicamente cuestionable. En tanto que la segunda se maneja con la típica discreción de los secretos de estado.

En alguna gaveta sellada con cuños de seguridad se guardan hoy las obscenas especificaciones de estas sinecuras. Sueño con el día en que vean la luz pública y entonces podremos saber a quién le tocaba la bolsita con aceite, pollo y detergente y a quién el jamón serrano y los whiskys importados, a cuáles cargos o grados militares les correspondía una asignación de vitaminas y a cuáles una cuota de viagra.

No es que yo lo sepa, es que tengo derecho a imaginarlo. Basta ver la ferocidad con que defienden sus puestos, la ciega obediencia que muestran a sus jefes, el infinito desprecio que sienten a los que viven sólo de su trabajo y la inconsolable envidia que se les nota cuando ven a otro disfrutando de lo mismo que él porque lo alcanza con su talento.

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