Por los caminos de la fe

Hace ya 20 años que el Partido Comunista de Cuba renunció al ateísmo. Recuerdo aquellas discusiones en las que algunos militantes no alcanzaban a comprender cómo era posible que tener una “cosmovisión científica del mundo” pudiera dejar de ser una condición indispensable para pertenecer a la organización. “Si obviamos el materialismo dialéctico –decían- estaremos abriendo el paso a prescindir del materialismo histórico y con eso, olvidar la lucha de clases y el resto de los principios comunistas.”. Tomando un café durante una pausa de aquel cuarto Congreso una curtida militante del partido y con grados de capitana sobre su uniforme militar explicaba a un joven colega: “Es que hemos perdido, ¿no te das cuenta?”

Se esperaba que cientos, quizás miles, de hombres y mujeres a quienes se les había negado la entrada al único partido permitido en el país pudieran tener la oportunidad, el honor, de adquirir el carné rojo que acreditaba su membresía, sin embargo ocurrió lo contrario. Miles, quizás decenas de miles, de militantes comunistas y en especial de hombres y mujeres que aspiraban a serlo, arrojaron a la basura su máscara de ateos y comenzaron a visitar los templos, a bautizar los hijos, o a colocar su eleguá junto a la puerta de su casa. Todas las religiones ganaron un nuevo espacio y las iglesias dejaron de ser bóvedas semivacías donde un grupito de ancianas rezaba el rosario.

Veinte años después los gobernantes cubanos no han perdido ni un ápice de poder, asisten ellos mismos a la inauguración de nuevos seminarios, y aceptan las bendiciones de todos los pastores. La alta jerarquía de algunas denominaciones cristianas y un buen número de consagrados babalaos, piden a sus fieles que sean obedientes y hacen sus oraciones y encantamientos por la salud de los mandatarios y por la buena marcha de sus planes.

Siempre tuve una cosmovisión científica del mundo, aunque nunca milité en el partido comunista, pero no dejo de preguntarme si no habrá alguien allá arriba mirando lo que pasa.