Cine para ciegos
El video donde se muestran los motivos que llevaron a la destitución de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque se ha exhibido de forma restringida. Se dice que hay dos versiones, una más larga y detallada que solo han visto los altos dirigentes y otra sintetizada que ha sido expuesta a la oficialidad militar y miembros del Partido. Según han contado algunos, la cinta del video (o quizás el disco) solo se manipula por personas de confianza y para entrar a la sala de proyección hay que dejar afuera teléfonos, cámaras, grabadoras y bolsos. La prueba de que se han tomado medidas extremas es que no se ha filtrado ni una sola escena.
No obstante, la memoria biológica de algunos espectadores ha logrado retener los detalles más atractivos y, gracias a algunas indiscreciones, éstos han sido del conocimiento de quienes no tenemos permiso para enterarnos de la verdad, o al menos, de una parte de la verdad. Las narraciones orales han sido transcritas y colocadas en Internet.
Todo eso me recuerda una experiencia en la que participé hace dos años, cuando fui invitado por un amigo a una sesión de cine para ciegos. En una pequeña sala de video donde se encontraba una veintena de invidentes, se proyectaba la película Gandhi doblada al español. Una mujer de voz clara y de envidiable dicción describía rostros y paisajes y narraba las acciones. En un momento, cerré los ojos y ya no quise abrirlos más hasta el final del filme, a pesar de que en más de una ocasión sospeché que estaba pasando otra cosa en la pantalla.
La adaptación contada del famoso video de Lage y Pérez Roque es una victoria contra la censura y un capítulo imprescindible para los estudiosos de las técnicas de información. No dudo que en esta época del posmodernismo surja de esa costumbre un nuevo género literario: versiones apócrifas sobre filmaciones trucadas de hechos que nunca existieron.