Para desmontar la censura
La Habana/Si a mediados de los años setenta se me hubiera ocurrido decirle a Minerva Salado, para entonces mi jefa de redacción en la revista Cuba Internacional, que en unos cuarenta años ella iba a escribir un libro titulado Censura de prensa en la Revolución cubana, me hubiera buscado un problema enorme, solo superado por el que se hubiera buscado ella si me hubiera vaticinado mi condición actual de periodista sin mandato.
Develar el entramado de groserías y sutilezas que se tejió en los primeros años del proceso denominado la Revolución cubana para implantar una férrea censura a los medios de información es una labor muy compleja; lo que los académicos denominarían "una tarea multidisciplinaria". Minerva lo sabe, como escritora, como periodista y como poeta, por eso advierte en la introducción de que en su empeño "tendrían que intervenir la investigación documental, la experiencia personal y la memoria de periodistas de varias generaciones y medios".
El hilo conductor de este ensayo testimonial es la revista Cuba Internacional, un medio que fue concebido para exportar una imagen edulcorada del país, tal y como lo hacían en publicaciones similares todos los integrantes del llamado campo socialista.
Si bien la militancia que se pretendía llevaba el ingrediente de la obediencia, la calidad exigida es imposible sin la libertad creativa
Para conseguir el maquillaje de la realidad se formó un equipo donde los reporteros querían ser escritores y los fotógrafos artistas y fue precisamente de esa situación que surge la contradicción entre la militancia que se pretendía y la calidad exigida. Si bien la primera llevaba el ingrediente de la obediencia, la segunda es imposible sin la libertad creativa. Esa es la tesis que Minerva Salado desarrolla en este formidable ensayo.
Será muy fácil rebatir lo que se afirma en este libro, tanto desde la trinchera de quienes lo calificarán como una traición, seguramente pagada por el imperio, como por quienes, desde el extremo opuesto, lo lean como una justificación a la censura impuesta a la prensa cubana. Pero quienes anden buscando buenos argumentos, datos irrefutables y explicaciones convincentes agradecerán su publicación a cargo de la Editorial Verbum en Madrid.
El libro que falta después de este es aquel donde alguien pretenda demostrar que en este último medio siglo no ha habido censura en los medios cubanos, o donde al menos se trate de justificar como una "mordaza de amor" necesaria. Ya sé que no será Minerva Salado quien lo va a escribir.