Ningún diploma nos certifica como padres
La Habana/Aquellos que hemos tenido la dicha de ser padres nos pasamos la vida preguntándonos si lo hemos hecho bien, si en el estricto juicio que hacen nuestros hijos sobre nuestra labor sacaremos una buena puntuación, una nota mediocre o, en su lugar, un rotundo desaprobado.
Al decir del cantautor venezolano Franco de Vita “no basta” con alimentar a nuestra prole, rodearla de comodidades o garantizar que reciba una enseñanza, también debemos responder sus preguntas. Pero nuestras respuestas, que debemos improvisar en un segundo, serán los recuerdos más trascendentales que nuestros hijos tengan de nosotros.
“¡Ah! De mi padre lo aprendí” rezaba un comercial de los tabacos H. Upmann que se hizo muy popular en la época republicana. Hoy nos enorgullece tener hijos no fumadores, bien porque nunca nos vieron con un cigarro en la boca o porque fueron testigos de nuestra voluntad de dejar el vicio, mientras ellos nos escondían los cigarros o hundían las cajetillas en un cubo de agua.
Pero hay días en que ser padre se vuelve más difícil
Sin embargo, hay días en que ser padre se vuelve más difícil. Como en una de esas tardes en que regresan a casa llenos de ingenuidad y recitan una poesía dedicada a Ernesto Guevara en la que aseguran que “Dos goticas de agua cayeron sobre mis pies y las montañas lloraban porque mataron al Che”. La primera reacción de cualquier padre responsable es gritarles que “no”, que no sean como aquel argentino de ideas estereotipadas y gatillo alegre, pero cada palabra dicha solo los hundirá en el abismo de los problemas ideológicos y del estigma social.
Otros, serán más olvidados. Como Carlos Manuel de Céspedes al que llamamos “el padre de la patria” porque cuando los españoles le propusieron que depusiera las armas a cambio de la vida de su hijo, que había caído prisionero, tomó la dramática decisión de continuar la lucha y su retoño fue ejecutado. Este domingo, día de los padres, ninguno de los que usurpa el nombre de la “patria” le ha llevado flores a su estatua en la Plaza de Armas de La Habana Vieja.
Ser padre en Cuba es muy difícil. Porque entre todos los dramáticos dilemas que tiene la paternidad está el colocar a los hijos en una frágil embarcación para sacarlos del país, o decidir que es mejor tratar de salvarles el país e involucrarlos en la tarea. Pero mientras algo así se decide, puede ocurrir que crezcan y se conviertan en padres, para empezar a experimentar en carne propia ese azaroso y gratificante camino que es tener hijos.
Ninguna universidad ofrece carrera para mejorar la paternidad, ningún diploma certifica que seamos buenos en lograrlo.