La expresión material del ateísmo
La visita de Benedicto XVI a nuestro país nos puso a recordar los tiempos en que el ateísmo duro y puro se imponía como política oficial. En muchos trámites aparecía con frecuencia la pregunta sobre la fe religiosa con el propósito de -en caso afirmativo- tomar decisiones al respecto. En solicitudes de empleo o para aspirar a una carrera universitaria, un ascenso laboral, un viaje al extranjero o para ingresar a las milicias.
“ ¿Tiene usted alguna religión? ¿Cuál? ¿La practica? ” eran más o menos las interrogantes. Los creyentes más honestos (o los más ingenuos) afirmaban su fe, muchas veces sin prever las consecuencias. Otros, imbuidos de la idea de que la religión se lleva por dentro y no es necesario exhibirla, decían que no o dejaban en blanco la respuesta.
Recuerdo los días en que concluíamos la construcción del edificio “de microbrigada” donde aun vivo. Fui elegido por los trabajadores para integrar una comisión que analizaría el mejor derecho de los aspirantes a ocupar la vivienda. Si mal no recuerdo, yo era el único comisionado que no era militante del partido comunista. Nos entregaron una planilla donde había que anotar cuidadosamente los datos de cada una de las personas aspirantes a vivir en el nuevo inmueble: nombres y apellidos, sexo, edad, centro de trabajo o estudio, nivel escolar, pertenencia a las organizaciones revolucionarias, si algún miembro de la familia había salido del país o si había sido sancionado por algún tribunal. Había que anotar además si se poseían efectos electrodomésticos, los muebles que tenían y otros detalles sobre el estado en que se encontraba la vivienda en el momento de la inspección. Sí, porque los miembros de la comisión teníamos que inspeccionar y al final, dejar por escrito nuestras valoraciones.
En la última página de la planilla, en el inciso B del Punto II, se abría un espacio para mencionar y describir los objetos religiosos que eran visibles en la casa inspeccionada. En el centenar de hogares visitados no apareció ni un solo corazón de Jesús, ni una postalita de la virgen, ni un solo rincón de Elegguá, ninguna cazuela con Oschún.
Han transcurrido 26 años de aquellos sondeos y ahora en el recibidor de nuestro edificio han puesto un cartel para invitar a creyentes y no creyentes a la misa que Benedicto XVI hará el próximo miércoles en La Habana. Por suerte ninguno de los que entonces creían cometió la ingenuidad (la honestidad) de dejar a la vista aquellos “objetos religiosos” que nosotros debíamos pesquisar. Ellos los ocultaron, yo conservé la planilla.