Nadie descalzo

Reinaldo Escobar

18 de junio 2008 - 06:42

Resulta difícil ver en Cuba a un niño descalzo, a menos que juegue en la playa o en otro sitio donde sus zapatos le esperan.

Los turistas extranjeros (los nacionales lo comprenden todo) que han viajado por esas naciones empobrecidas del tercer mundo (los nacionales no lo pueden hacer) se sorprenden y te lo dicen en la cara, como un reproche a tus protestas y a tus críticas: “Aquí no he visto ni un niño descalzo”. A veces el complaciente guía de excursiones politizadas se encarga de que lo noten. “A que nadie en este grupo ha visto un niño descalzo ¿eh? “ y sonríe satisfecho como si él mismo, en su condición de último eslabón de la cadena, fuera también el causante del milagro.

Nadie descalzo, pero ¿gracias al sistema o a pesar del sistema?

Desde finales de 1991 cuando se extinguió para siempre el sistema de racionamiento subvencionado para el calzado, la ropa y el resto de los llamados “productos industriales”, no ha sido posible comprar un par de zapatos a un precio menor al equivalente de, al menos, dos semanas de trabajo. No se olvide nadie que un salario alto de 500 pesos moneda nacional equivale a 20 pesos convertibles CUC y que es difícil encontrar en las tiendas un par de zapatos por menos de 10 CUC. ¿Cómo se las arregla el que gana 300 pesos y tiene dos hijos adolescentes?

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