Esto tiene un nombre, solo tiene un nombre
La Habana/Escuché tu voz por primera vez cuando yo tenía once años; era 1958 y Radio Rebelde rompía la censura que la breve dictadura de Fulgencio Batista imponía para que no se supiera lo que pasaba en la Sierra Maestra. En enero de 1959 creí ver tu rostro en cada uno de los barbudos que desfilaron por Camagüey a quienes los niños pedíamos "una balita" como souvenir y como símbolo de que había llegado la paz.
Conservo uno de esos proyectiles.
Aprendí aquella Marcha Triunfal del Ejército Rebelde del Indio Naborí y supe engolar la voz para recitar los versos donde se decía "y esto tiene un nombre, solo tiene un nombre" y luego vino la catarata de tus discursos, de los que llegué a memorizar frases que repetía en alta voz mientras dormía.
Cuba te debe su desgracia. Este país debió ahorrarse que vinieras al mundo un día como hoy hace 95 años
Poco a poco llegó el desengaño: por lo de Praga, por el fracaso de la zafra; y un buen día de 1970, siendo universitario, tuve mi primera y única discusión contigo donde te mostré mi sincero desacuerdo y ya no pude seguir siendo el mismo.
No puedo precisar la fecha exacta en que entraste en mi pasado, "en el pasado de mi vida", como dice el tango, pero sí puedo decir que finalmente he tenido que ceder a los argumentos de quienes preferían satanizarte. Siempre, por petulancia académica, preferí echarle toda la culpa al sistema, que la tiene, y me costó mucho trabajo comprender la dosis de maldad personal que se escondía detrás de cada decisión tuya.
Cuba te debe su desgracia. Este país debió ahorrarse que vinieras al mundo un día como hoy hace 95 años. No será posible describir nuestra triste realidad sin achacarte toda la culpa.
Espero que esto llegue a contarse algún día y que, más adelante, entres en el olvido y que nadie se acuerde de tu nombre.
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