El paciente cubano
Cuando una arritmia cardíaca presenta despolarizaciones rápidas y desorganizadas del miocardio ventricular, el caos desordena los impulsos eléctricos, la conducción y la contracción. La presión sanguínea cae y el paciente pierde la conciencia. Al cabo de 4 minutos sobreviene la muerte, a menos que se inicien inmediatamente las medidas de desfibrilación y ventilación.
Algo similar ocurre con las naciones que están al borde de una crisis; la diferencia: en lugar de una descarga eléctrica sobre el pecho, se aplican medidas económicas y políticas enérgicas; la semejanza: en ninguno de los dos casos puede perderse el tiempo.
Hay otros ejemplos en que la urgencia recomienda practicar una traqueotomía o una inyección de adrenalina directamente al músculo cardiaco. Estoy seguro que si me paso una semana en el Cuerpo de Guardia de algún hospital puedo cosechar mejores modelos de comparación, pero no necesito ser médico para entender que donde se reclaman acciones drásticas no se puede estar probando la homeopatía.
Los que padecemos los síntomas podemos entrever el diagnóstico y estamos muy preocupados porque vemos que quien tiene la responsabilidad de atender nuestros males no habla del asunto y se limita a pedir tiempo para meditar. No se nos permite mirar al monitor donde los indicadores anuncian la inminencia del desastre. Sabemos que algo grave está a punto de ocurrirnos y ya estamos a punto de gritar: ¡Auxilio!