Por una prosperidad sostenible
Dos nuevos vocablos se han incorporado a la neolengua de funcionarios y dirigentes políticos cubanos: próspero (a) y sostenible (en ocasiones se dice sustentable) Estos “recientes” adjetivos se usan bien para calificar a la sociedad que se pretende alcanzar o al socialismo que se supone en construcción.
El estreno de ambos términos ocurrió en el discurso de toma de posesión en su segundo mandato del general presidente Raúl Castro y poco tiempo después ya aparecen en las pancartas que se colocan tras la mesa presidencial de eventos oficiales, en spots televisivos y próximamente en vallas públicas. De hecho forma parte de la consigna central del próximo Primero de Mayo.
La prosperidad siempre fue vista en las últimas décadas como una aspiración pequeño burguesa y la sostenibilidad, un concepto rechazado por ser contrapuesto al voluntarismo imperante en los largos años del mandato del comandante en jefe, cuando las ocurrencias del máximo líder se intentaban llevar a cabo “al precio que fuera necesario”.
Resulta difícil no relacionar la prosperidad con mejoras visibles (cuando no ostensibles) en la vida material de los individuos: Una casa confortable, equipos electrodomésticos, un vehículo propio, una dieta balanceada, ropa adecuada al gusto de cada cual, vacaciones en sitios de recreo y otros detalles que la saludable ambición humana puede ir sumando a una lista interminable.
La mejor forma para comprender qué es lo que interpretan los nuevos jefes como sustentable, es enumerar lo que se ha venido desmontando por insostenible: las escuelas en el campo, las gratuidades indebidas, los comedores obreros, las plantillas infladas para exhibir falsos índices de desempleo, la municipalización de la enseñanza universitaria, los trabajadores sociales, la batalla de ideas como omnipresente superministerio inversionista y otros renglones más abstractos como el derroche de recursos y la galopante corrupción.
Como me gusta jugar con las palabras pienso que, como meta comprensible, es mejor una “prosperidad sostenible” (los chinos dicen “una prosperidad moderada”), que una “sostenibilidad próspera”. El primer paso sería despenalizar la prosperidad, eliminar para siempre la persecución contra el que logra mejorar su vida de forma legítima y para eso, valga la redundancia habrá que legitimar muchas cosas, entre ellas la propiedad sobre los medios de producción y la explotación del trabajo ajeno, entendiendo explotación como un término económico, no de crueldad. ¿a donde conduce todo eso?...
No hay peor ciego que el que no quiere ver.