Rectificaciones retroactivas
Podría suponerse que la ley 259, que otorga en usufructo tierras improductivas a quienes estén en capacidad de sacarle algún provecho, constituye un acto de rectificación.
Será muy difícil determinar si las hectáreas ahora improductivas alguna vez fueron un huerto con propietario o si desde tiempos inmemoriales estuvieron abandonadas. Muchas de ellas, en “un acto de suprema justicia” fueron confiscadas a sus dueños para “el beneficio colectivo”; se convirtieron en granjas del pueblo, con un administrador que había leído más manuales de marxismo que libros de agricultura. Tractores soviéticos sustituyeron a los anacrónicos bueyes, toneladas de fertilizantes químicos penetraron la tierra, los más modernos plaguicidas fueron rociados desde avionetas, millones de metros cúbicos de agua, provenientes de las presas recientemente construidas, irrigaron el terreno, semillas creadas en sofisticados laboratorios por los nuevos técnicos formados por la revolución prometían cosechas fabulosas, mientras el hombre, no cualquier hombre, sino el hombre nuevo, desprovisto de egoísmo y apertrechado de una sólida cultura y una solidaridad sin límites implantaba nuevos récords en las labores agrícolas. Recuerdo haber leído todo eso, recuerdo haberlo escrito. Recuerdo haberlo creído.
Me gustaría saber si alguna de las ahora improductivas hectáreas a las que se le busca un usufructuario pasó por las experiencias antes descritas.