Las trampas de la dialéctica
Debajo de la idea “cambiar todo lo que tenga que ser cambiado” subyace una contradicción entre el sujeto y el objeto del cambio. Cuando los comunistas cubanos convierten este apotegma en su nueva divisa están pensando en “todo aquello que hace falta cambiar” para que sobreviva el socialismo y de lo que no se percatan es que lo que hace falta cambiar es el socialismo para que sobreviva la nación.
Donde digo “el socialismo” hablo de un modelo político, social y económico con una limitada dosis de flexibilidad cuya regla de oro tiene cuatro ejes inviolables:
1) El propósito de producir para satisfacer las siempre crecientes necesidades de la población.
2) Que cada cual aporte según su capacidad y reciba según lo que aporte.
3) Que los medios fundamentales de producción sean de propiedad social.
4 ) Implantar la dictadura del proletariado para erradicar la clase burguesa y mantenerla para impedir que, en las nuevas generaciones nacidas bajo el sistema, resucite el apetito por la propiedad, el insaciable deseo de prosperar más que los demás.
Renegar cualquiera de estos ejes de la regla constituye, según Lenin, un imperdonable revisionismo de consecuencias desastrosas. Lo que no han precisado los comunistas cubanos en su sexto Congreso, y probablemente tampoco precisen en su próxima Conferencia, es si entre lo que tienen el propósito de cambiar se encuentra su base ideológica marxista leninista. De ser así que se decidan de una vez a cambiarle el nombre a la organización y la bauticen como Partido Fidelista de Cuba, o como se les ocurra. Donde sí van a encontrar un fracaso garantizado es si lo que pretenden cambiar es la naturaleza humana, ajena a las fantasiosas leyes de la historia imaginadas en el siglo XIX.