'El Banquete Infinito' refleja la violencia y la corrupción del poder

La obra ‘El Banquete Infinito’, escrita por el dramaturgo Alberto Pedro Torriente, se estrenó el pasado jueves 30 de noviembre en el Teatro de la Luna. (14ymedio)
La obra ‘El Banquete Infinito’, escrita por el dramaturgo Alberto Pedro Torriente, se estrenó el pasado jueves 30 de noviembre en el Teatro de la Luna. (14ymedio)
Reinaldo Escobar

04 de diciembre 2017 - 11:30

La Habana/Ni metafórica ni alusiva, sino llanamente despiadada, la puesta en escena de El Banquete Infinito pone de relieve todo lo demencial, corrupto y violento que puede ser el poder político.

La obra, escrita en 1999 por el dramaturgo Alberto Pedro Torriente, fue estrenada el pasado jueves 30 de noviembre en el Teatro de la Luna, en la sala Adolfo Llauradó, bajo la dirección de Raúl Martín Ríos.

Yasel Rivero desempeña el rol protagónico de dos personajes confluyentes: El Jerarca y El Paradigma. El primero, un tirano derrocado dibujado en un monólogo que sirve de apertura al drama; el segundo, un líder carismático con un nuevo proyecto social de justicia, rodeado de una corte de mujeres que se denominan Virilprimera, Virilsegunda y Viriltercera.

Completan el elenco Averrara y Perogrullo. Ella, la voluptuosa pareja sentimental y erótica de El Paradigma; él, la personificación infaltable del bufón de la corte, el intelectual orgánico, el cantautor oportuno.

A lo largo de dos horas intrigas y traiciones se cocinan en un caldo de imperfecciones humanas donde sobresalen la soberbia, la lujuria, la gula, la ira y la avaricia

A lo largo de dos horas intrigas y traiciones se cocinan en un caldo de imperfecciones humanas donde sobresalen la soberbia, la lujuria, la gula, la ira y la avaricia. El pecado que falta, la pereza, se le reserva a los que no quieren trabajar, identificados con el pueblo, ese personaje en apariencia invisible pero que ocupa las butacas del teatro, y a quien se le denomina aquí como El Conglomerado.

Supuestamente todos los conflictos se desatan en un término de 24 horas, que es el tiempo que tiene El Paradigma para consolidar su poder y para que se produzca "el desenmascaramiento" de un rostro que "hasta ahora tuvo que ocultar por causas estratégicas". El otro asunto pendiente es tomar la decisión de cómo nombrar el proceso que se le quiere presentar a El Conglomerado.

El proceso se presenta como "único, original y virgen". En medio del debate, salta la duda de si se le debe llamar democracia o dictadura. Perogrullo dice con claridad: "A pesar de la pérdida de prestigio de ambos vocablos para El Conglomerado todo lo que no sea democracia sigue siendo dictadura". Finalmente se hace una encuesta entre el pueblo para ponerle nombre y el resultado es sorprendente.

La actriz Yaikenis Rojas le da vida a Averrara, una suerte de Primera Dama que todo el tiempo le recuerda al líder sus compromisos con "los de abajo". Sobre la mesa, incluso debajo de ella, la sensual mujer parece no encontrarle fin a sus apetitos. "Qué ganas tengo de comerme un filete del tamaño de mi propia obstinación", declama descontenta mientras colecta las sobras del banquete.

La desbordada fantasía de Alberto Pedro roza la alucinación surrealista en Virilprimera, un personaje siniestro, dulce y enigmático a cargo del actor Roberto Romero

En el otro extremo brilla con refinada fuerza el actor Freddy Maragoto interpretando a Perogrullo. La inteligencia corrompida al servicio del poder aporta al aspirante a dictador la precisión en las palabras y el encanto de la poesía. Lo mismo canta un himno a la epopeya que una guaracha popular. Por momentos parece obligado por las circunstancias, pero finalmente, cuando consigue un sitio especial en la mesa del convite, se muestra tal y como es, oportunista y cínico.

La desbordada fantasía de Alberto Pedro roza la alucinación surrealista en Virilprimera, un personaje siniestro, dulce y enigmático a cargo del actor Roberto Romero. Su disfraz de geisha militarizada representa todas las dobleces y travestismos de la conducta humana.

Entre los objetos de la escenografía destacan la enorme escalera que sirve de tribuna para repartir pan al pueblo y el rústico trono símbolo de la ambición de poder. "Esta silla es mía", repite el modélico paradigma devenido en codicioso jerarca.

El público se divierte y ríe, pero seguramente reflexiona frente a una representación que se parece demasiado a una realidad que conoce perfectamente. Se puede ver hasta el jueves 14 de diciembre, si nadie en las alturas del poder lo impide.

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