Escribir de los cobardes

Cuartel Moncada
El cuartel Moncada.
Reinaldo Escobar

24 de julio 2015 - 20:05

La Habana/No sé si seré el primero en hacerlo, pero en una fecha como esta quiero felicitar a los cobardes.

A quienes fueron convocados hace 62 años a una acción revolucionaria en Santiago de Cuba y, cuando oyeron los detalles que describían la locura que significaba irrumpir en el cuartel Moncada, declinaron participar.

No conozco el número exacto de los rajados, mucho menos sus nombres. He escuchado que sus identidades nunca han sido divulgadas, porque entre ellos hubo algunos que luego se incorporaron a la lucha y hasta cayeron en combate. La historia oficial cuenta que de 135 implicados solo cuatro no dieron "el paso al frente". Otras versiones elevan a 165 el número de los conjurados y a unos 30 los arrepentidos.

Puedo imaginarme a aquellos jóvenes idealistas en la Granjita Siboney, escuchando los versos encendidos de Raúl Gómez García que proclamaban "Ya estamos en combate"; puedo imaginarme el trasiego de uniformes, el olor a metal engrasado de las armas y la invocación a la patria, el futuro, la Revolución, mientras los santiagueros pasaban la resaca de un sábado de carnaval.

Un millar de hombres armados y entrenados aguardaba tras los muros de la fortaleza. Padres de familia, hijos, hermanos, novios de alguien. Muchos de ellos habían elegido la carrera militar justamente por su procedencia humilde. Habría que matarlos para tomar su posición y ellos estaban dispuestos a matar para impedirlo.

La sangre cubana que de ambos bandos se derramara aquella mañana de la Santa Ana hizo imposible cualquier entendimiento político, cualquier diálogo. ¿Tiene sentido discutir ahora la inevitabilidad de la opción armada? Los temerarios suelen ejercer una fatal atracción sobre los inocentes. Los radicales, los que no quieren escuchar ni razonar, levantan su pedestal sobre la sangre ya sea propia o ajena.

Ahora a nadie le importa si fueron cuatro o treinta. Ellos dijeron: "Conmigo no cuenten para eso" y nadie sabe si han vivido años de arrepentimiento o han estado todo este tiempo felicitándose por su decisión. Si les sirve de algo, a los que han sobrevivido, aquí les dejo mi comprensión, porque los aplausos ya se me acabaron.

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