La dura tarea de decir que "No" como periodista

Pero a mediados de marzo de 1970 se llegó a un punto de no retorno en el que la cantidad de caña que quedaba por cortar no lograría convertirse en las toneladas de azúcar. (Archivo)
Pero a mediados de marzo de 1970 se llegó a un punto de no retorno en el que la cantidad de caña que quedaba por cortar no lograría convertirse en las toneladas de azúcar. (Archivo)
Reinaldo Escobar

14 de marzo 2020 - 18:59

La Habana/Por estos días cumplo mis primeros 50 años en el ejercicio de la profesión periodística. Elijo para celebrarlo la segunda semana de marzo, no por coincidir con la aparición del periódico Patria, fundado por José Martí un 14 de marzo de 1892, ni porque sea el aniversario de mi primer texto publicado; mucho menos por haber recibido por estas fechas el diploma de licenciado en Periodismo que -a regañadientes- me otorgó la Universidad de La Habana.

Lo celebro ahora porque, en un día que no puedo precisar de comienzos de marzo de 1970, experimenté por primera vez lo que todo periodista debe hacer cuando se le impone la obligación de escribir contra sus convicciones. Decir que "No".

Los estudiantes de periodismo de la Universidad de La Habana habíamos sido repartidos por las provincias del país para dar cobertura a una de las más delirantes ocurrencias de Fidel Castro

Los estudiantes de periodismo de la Universidad de La Habana habíamos sido repartidos por las provincias del país para dar cobertura a una de las más delirantes ocurrencias de Fidel Castro: La zafra de los 10 millones. Fui "ubicado" en el municipio camagüeyano de Florida, donde había cinco centrales azucareros y me correspondió elaborar un boletín semanal con el nombre de El Rápido donde se ponía de relieve la labor de los cortadores de caña junto a los logros alcanzados en la producción.

Al comienzo de aquella cosecha se había informado que en los 152 ingenios donde se desarrollaría la contienda se había sembrado la necesaria cantidad de caña (calculada en 7.500 millones de arrobas) que al tener el rendimiento adecuado (11,75), podría producir los ansiados 10 millones de toneladas de azúcar.

Mi amigo Miguel Ángel Sánchez, además de ensañarse derrotándome continuamente en el ajedrez, compartía diariamente conmigo los desayunos en el hotel Unión mientras, lápiz en mano, sacábamos las cuentas sobre la marcha de la Zafra.

A principios de febrero se habían molido en todo el país 2.540 millones de arrobas de caña. Quedaban por moler casi 5.000 millones y según los estimados, si se cumplían los rendimientos, se podía lograr la meta. Pero a mediados de marzo se llegó a un punto de no retorno en el que la cantidad de caña que quedaba por cortar no lograría convertirse en las toneladas de azúcar que faltaban por producir, ni siquiera con un irrealizable rendimiento del 12%.

Ni corto ni perezoso fui a la oficina municipal del Partido Comunista en Florida para hablar sobre el tema con el jefe de la entonces llamada Comisión de Orientación Revolucionaria (COR). Aunque ahora parezca un chiste, el funcionario que nos atendía respondía al nombre de Cándido.

El dirigente partidista fue educado al recibirme, pero cuando le dije que no me encontraba en la disposición de, como periodista, seguir haciéndole creer a la gente que se podrían hacer los 10 millones, se sintió en la obligación de responderme con la energía, la disciplina, y la fe que se espera de "un hombre de la causa".

De nada valió la impecable demostración matemática de mis cálculos. "Usted sabrá de números, compañero Escobar, pero no sabe nada de zafra y lo peor, usted ha perdido la confianza en Fidel. Usted no está renunciando, yo lo estoy despidiendo". Dijo, mientras me indicaba el camino de salida por la puerta de su despacho.

En ese momento, Amado Andux era el colega universitario y militante del Partido que en la ciudad de Camagüey se ocupaba de los estudiantes dispersos por toda la provincia. Le tocó la tarea de atender "mi caso", el de la más grave indisciplina cometida.

Paternal y condescendiente y sin apartar el tabaco de sus labios, me miró con sus ojos pequeños para advertirme. "Creo que vas a ser el único cubano que se pudiera alegrar de que no se cumplan los 10 millones

Paternal y condescendiente y sin apartar el tabaco de sus labios, me miró con sus ojos pequeños para advertirme. "Creo que vas a ser el único cubano que se va a alegrar de que no se cumplan los 10 millones, porque si se hacen… ¡y estoy seguro de que se van a hacer! … la vas a pasar mal".

Lo que nunca supo Amado Andux; lo que nunca pudo sospechar el inexorable Cándido, es que aquel 19 de mayo cuando Fidel Castro anunció que no se podrían hacer los 10 millones, me sentí triste y extrañamente decepcionado por haber tenido la razón.

Han pasado 50 años y me limito a celebrar la primera vez que dije que "No" en esta profesión y que me comporté como un periodista.

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