El regreso del marxismo-leninismo en Cuba

En los cursos más elementales de marxismo-leninismo se aprende que en la sociedad se manifiestan contradicciones antagónicas que solo se solucionan a través de la violencia que genera una revolución. (Minrex)
Díaz-Canel propone volver a los principios del marxismo-leninismo. (Minrex)
Reinaldo Escobar

20 de diciembre 2021 - 11:11

La Habana/En el dilema de cambiar el modelo para salvar al país o hundir al país con tal de salvar el modelo, los que mandan en Cuba parecen optar por lo segundo. Esa es la sensación que dejan las recientes declaraciones públicas en las que se promueve el regreso a la doctrina marxista-leninista, no solo en el entorno académico sino en la aplicación práctica de la teoría, en lo económico, lo político y lo social.

Si se creyera al pie de la letra lo expresado por Miguel Díaz-Canel podría pensarse que, en lo económico, la empresa estatal socialista como expresión de "la propiedad social sobre los medios de producción" dejará cada vez menos espacio a las llamadas "formas no estatales de producción"; que, en lo político, el concepto de dictadura del proletariado se impondrá con más firmeza para aplastar los rezagos de la ideología burguesa y que, en lo social, crecerá la supremacía de las organizaciones de masas que funcionan como polea de transmisión entre el partido y el pueblo por encima de las entidades de la sociedad civil independiente. No se descarta el retorno del ateísmo como modelo de una cosmovisión científica del mundo.

Si no es eso lo que viene detrás del regreso del marxismo-leninismo será porque quienes lo intentan hacer reaparecer no aprobaron esas asignaturas.

Entre los años 1975 y 1984 tuve la oportunidad de participar en varios cursos de posgrado sobre marxismo-leninismo y, en particular, sobre economía política y materialismo dialéctico e histórico. Algunos fueron patrocinados por la Unión de Periodistas de Cuba, otros los hice por mi cuenta en la Universidad de La Habana. En los cursos de Economía Política que se impartieron en mi centro de trabajo, la revista Cuba Internacional, fui el orientador, primero sobre la economía política del capitalismo y luego la del socialismo. La mayoría de mis alumnos de aquel entonces decidieron vivir (y tuvieron que morir) fuera de Cuba.

Si otra vez me tocara estudiar esas asignaturas, le preguntaría al profesor cómo se interpreta en la actualidad cubana aquel apotegma indiscutible que dice que "cuando el modo de producción se convierte en una camisa de fuerza para el desarrollo de las fuerzas productivas" el que tiene que cambiar es el modo de producción; si hubiera que ponerse filosófico demandaría una explicación de cómo es posible que el marxismo se considere al mismo tiempo ciencia e ideología.

No niego que las leyes de la dialéctica tienen su encanto, sobre todo para afirmar que cuando en un país se acumulan cuantitativamente los indicadores de la pobreza material se produce un cambio cualitativo que permite definir a ese país como miserable.

En el mundo en que vivimos, donde se habla de la cuarta revolución industrial, cuando la inteligencia artificial basada en la computación cuántica amenaza con no dejar una sola pregunta sin respuesta, aparecer con el marxismo-leninismo como fuente inagotable de conocimientos y llave maestra para solucionar los problemas es, cuando menos, una broma de mal gusto.

Siendo generosos con la inteligencia ajena podría aventurarse que hay algo oculto detrás de todo esto, pero eso ya es ir demasiado lejos en la búsqueda de una improbable justificación ingeniosa.

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