Añorado desfile
El eco de los gritos llega hasta mi balcón, en un compás marcado inicialmente con las piernas y acompañado por las gargantas. Faltan menos de dos semanas para el gran desfile que se planea hacer en la Plaza de la Revolución y los vecinos de varios kilómetros a la redonda ya estamos agotados por tantos preparativos. Calles cerradas, policías impidiendo el tráfico y pelotones haciendo estremecer las avenidas y sus aceras, por donde deberían estar circulando ahora autos, gente, cochecitos de bebé.
Me subo a la azotea para ver la coreografía de la guerra en toda su extensión. Mal van las cosas si el congreso del PCC comienza con esta procesión de bayonetas. Si realmente se quisiera dar una imagen de reformas, no serían estos uniformes de verde olivo los que se exhibirían en la jornada del sábado 16 de abril. ¡Cuánto desearíamos que ocurriera ese día una peregrinación de resultados, no de miedos! ¡Que se mostrara la larga fila de lo que pudiésemos lograr, no la aplastante demostración de un poderío militar que ni siquiera tenemos! ¿Se imaginan? ¿La calle Paseo y sus inmediaciones dando cobija a los sueños que proyectamos, no a los fusiles AK de metal frío y gatillo amenazante?
Este podría ser el desfile de las cosas que añoramos, una romería de júbilo en la que no habría que obligar a nadie a participar. Ningún director reclutaría a los escolares para pasar bajo el sol saludando hacia la tribuna y los trabajadores sentirían que el ausentarse no provocará una mácula en su expediente laboral. Una verdadera parada popular no derrocharía en un día los recursos que a la Nación le lleva varios meses gastar. Más bien brotaría espontánea, sacaría a la gente sonriendo a la calle y no nos dejaría con esta sensación de congoja que estos gritos sincopados nos producen hoy.