Aterrizaje forzoso
A Felipe, que me regaló esta metáfora
El próximo sábado 26 de julio, Raúl Castro hablará en Santiago de Cuba. Se dirigirá en vivo y a través de la televisión a un pueblo que aún recuerda su alocución de hace un año, en la que mencionaba “cambios estructurales”, “vaso de leche al alcance de todos” y “lucha contra el marabú”. Más que escuchar el anuncio de nuevas medidas, los cubanos nos aprestamos a confirmar cuan poco se ha podido hacer en estos doce meses.
Atrás ha quedado definitivamente aquel tiempo de las promesas y de las mágicas soluciones que nos sacarían del subdesarrollo. El discurso político, sin duda, ha comenzado a aterrizar. Lo que no significa que algún día vaya a tocar el suelo. Un hombre con máximos poderes se mantiene al mando de la nave, pero nadie nos explica por los altavoces si planeamos o caemos en picada, si el viento es propicio o los motores están a punto de explotar. Un silencio, intercalado de llamados a la disciplina y al sacrificio, sale por los altavoces de este achacoso IL-14.
No esperamos ni piruetas en el aire, ni caramelos bajo la lengua que nos ayuden a soportar las turbulencias del viaje. Queremos que el piloto dé la cara, nos cuenten el itinerario y que nosotros decidamos la ruta. Que este discurso del sábado no se convierta en una exaltación a mantenernos en el aire, sino en un claro reporte de cómo y cuándo abordaremos otra nave.