Biología y rumores, el desgastante ciclo de la ‘no-muerte’
La Habana/Desde que tengo uso de razón he conocido cíclicos rumores sobre la salud de algún personaje del poder en Cuba. Siempre comienzan con un amigo o vecino que asegura tener un pariente bien conectado, alguien que forma parte del entramado más cercano a un jerarca del Partido, militar o ministro cuya salud se ha tornado frágil, muy frágil. Después, en la medida que pasan los días, llegan los supuestos testimonios de quienes afirman saber que ya el "magno deceso" se ha producido y los más osados hasta aseveran haber visto su figura rígida dentro del ataúd.
La situación escala cuando esos cuchicheos llegan ante los micrófonos, se difunden en medios de prensa y se expanden por las redes sociales. No falta en ningún caso algún que otro espacio informativo que da lo rumorado por hecho y, para no perder la primicia, titula con la absoluta seguridad de que se prepara el funeral.
Este ciclo del runrún sobre la muerte de una figura pública alcanzó su paroxismo en esta Isla durante el largo tiempo en que Fidel Castro decidió a su antojo el rumbo de la nave nacional. El país estaba tan determinado por los designios de un hombre que el acto de que éste respirara podía definir desde las relaciones internacionales hasta el derrotero económico, pasando por la cartelera televisiva y el contenido de los libros de texto en las escuelas. Este excesivo protagonismo fomentó mil y una especulaciones sobre su salud, y era raro el año que no se desataran decenas de murmullos sobre una posible intervención quirúrgica, el deterioro de una de sus capacidades físicas e incluso de su repentino fallecimiento.
Este ciclo del runrún sobre la muerte de una figura pública alcanzó su paroxismo en esta Isla durante el largo tiempo en que Fidel Castro decidió a su antojo el rumbo de la nave nacional
Al final, después de días o semanas de que la "bola" fuera tomando tamaño, él reaparecía enfundado en su uniforme, dando un discurso de horas bajo la lluvia o atravesando el país en una caravana de jeeps militares para visitar algunos de sus delirantes proyectos productivos. El rumor se aplacaba, la frustración se expandía y la sensación de que la biología nos estaba haciendo la "broma de la eternidad" generaba desesperación, molestia y ganas de escapar de tanto inmovilismo. Cada rumor solo trajo decepción y, cuando llegó, la noticia de su muerte tuvimos que esperar a escucharla por los medios oficiales, de la boca de su propio hermano y en el momento en que decidieron por "allá arriba", sin que, en esa ocasión, susurro alguno nos alertara.
Ahora, volvemos a caer en la trampa de vincular nuestro destino y nuestros planes al hecho de que a un hombre le siga latiendo el corazón. Durante los últimos días no han faltado voces que han hablado de la supuesta agonía de Raúl Castro y su inminente fin. Mi teléfono sonó varias veces durante la semana y al otro lado siempre estuvo la voz de algún amigo que indagaba, que quería saber si era cierto. A todos les respondí con el escepticismo de quien ha escuchado muchas veces la misma historia y les advertí de una posible reaparición repentina del presunto enfermo en la prensa oficial. "Creo que ellos mismos desde el poder echan a rodar estos chismes para después volver cómo Ave Fénix", remarqué.
Y no me equivocaba.
Sin duda, un día el rumor será cierto, porque la rotunda lógica de la vida apunta a que no hay de otra: todos vamos a morir, incluso aquellos que se han presentado ante nosotros como inmortales y superiores. Pero me niego a aceptar que la vida futura de una nación y los planes de sus millones de ciudadanos dependan de que por las venas de un individuo siga circulando la sangre. Apostar por la biología antes que por la rebeldía o el civismo me parece un facilismo y un supremo acto de conformismo social. La cuestión no es si alguien camina, está en cama o en un féretro; el tema es qué vamos a hacer como cubanos para insuflar vida a un país que se nos está muriendo entre las manos.
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