¿'Bullying' en Cuba?
La Habana/Damaris tiene casi cuarenta años y varias cicatrices en el rostro. Se las hizo una colega de quinto grado con un gancho de pelo. Estaban en medio de una clase y la disputa sobre la propiedad de un lapicero llevó a la contrincante a gritar: "¡Te espero a las cuatro y media!". Esa es la peor amenaza que puede recibir un estudiante en las escuelas primarias cubanas. La frase basta para saber que a la hora de salida habrá que demostrar la fuerza y la supremacía a golpe de puños o arañazos.
A Yosniel le fue peor. Se lanzó desde el tanque de agua del preuniversitario República Popular de Rumanía, después de recibir por meses las burlas de sus colegas de albergue por el tamaño de su cabeza. Cayó sobre el concreto de la tapa de la cisterna y ninguna maniobra de reanimación pudo salvarlo. Al otro día, durante el funeral, los propios alumnos que lo ridiculizaban daban el pésame a la familia del fallecido en el paupérrimo barrio del Romerillo.
Sin embargo, el problema toca tanto a los pobres como a los más acomodados. El frío metal de una navaja atravesó el corazón de Adrián, también en un preuniversitario becado, porque otro más fuerte que él decidió que le gustaban y que quería quitarle sus zapatos Converse. Los padres del fallecido eran militares, pero aún así no podían entender que las escuelas donde debía formarse "el hombre nuevo" hubieran terminado funcionando con el mismo matonismo de las prisiones.
Cecilia, por su parte, siempre fue de las que golpeó... no de las que se dejaron dar. Elegía la saya del uniforme que se iba a poner, revisando las taquillas de las estudiantes más frágiles, más pequeñas. Un día se encontró con la horma de su zapato en una chiquilla delgadita de dientes separados que –con una cuchilla improvisada a partir de una segueta- le rajó el rostro de lado a lado.
El abuso escolar, el bullying, es un tema que apenas se habla en los medios nacionales, pero que afecta a cientos, miles de estudiantes en todo el país. Entre las características más alarmantes de este problema, está la complicidad o la indiferencia de parte de los maestros. Muchas veces los profesores se auxilian de "estas tipas y tipos duros" para controlar al resto de los alumnos. El resultado es la validación institucional de una estructura de bravuconada y abuso.
¿Cómo denunciarlo? Nadie sabe. No hay un número telefónico al que un alumno víctima del bullying pueda acudir. Ninguna circular del Ministerio de Educación ampara a los damnificados en estos casos. Los padres, normalmente, responden a las denuncias de abusos que les cuentan sus hijos con un "dale más duro" o "demuéstrales quién eres tú". Los maestros no quieren meterse en medio de la bronca y muchos directores de centros escolares responden a la defensiva: "Imagínate, con ese chiquillo ya no sabemos qué vamos a hacer".
Lo cierto es que el drama del abuso escolar no se narra, no se debate, no se cuestiona... mientras, las tantas Cecilias que hay por ahí siguen quitándole el uniforme a las más pequeñas, cortándole la cara con un gancho a una colega de pupitre o burlándose –hasta el suicidio- del tamaño de la cabeza de otro.