Cuatro caminos con un solo sentido
El enorme mercado amarillo y rojo de la calle Monte parece, desde hace un par de semanas, un disciplinado espacio para tertulias intelectuales y no el concurrido sitio de venta de frutas y verduras. Un operativo policial eliminó a todos los vendedores ilegales que llenaban sus portales y puso orden en el desbarajuste interior donde era fácil perder la billetera. De paso le están haciendo una reparación capital que lo mismo puede tardar medio año que una década.
A pesar de la imagen de barullo que acompañaba al Mercado de Cuatro Caminos, éste tenía el mérito de ser el agro mejor surtido de la ciudad. Allí reencontré los limones después de varias semanas buscándolos y me hacía -una vez al mes- con mi apetecida provisión de maní. Hasta el exótico jengibre y la extinta guanábana adornaban sus tarimas, que a veces nos sorprendían con el perdido sabor del caimito y el canistel. Un verdadero museo de lo que una vez produjo esta tierra y que mi hijo ya no reconoce, acostumbrado como está al plátano burro y el boniato.
El portal de esta enorme manzana comercial también era único en los diecinueve municipios habaneros. Una aglomeración de vendedores informales anunciaba algunos “perseguidos” productos como el queso y la leche evaporada. El nimio muestrario de lo que recibimos por el mercado racionado también se exponía allí, donde muchos vendían su cuota subvencionada para sufragar otras necesidades como la elevada factura de la electricidad o los zapatos para los niños. En ese intercambio ilegal todos salíamos beneficiados, menos el Estado al que se le escapaba una actividad comercial sin gravamen o control.
Ahora, ya la cartera no peligra en el ordenado Mercado de Cuatro Caminos, pero no hay pasta de dientes a diez pesos el tubo, o jabón de lavar a veinte la pastilla. La mercancía que ofertaban los mercaderes improvisados no se encuentra en ninguna parte en esos mismos precios, pero al menos la imagen de relajo ya no está. La fórmula de disciplina, exigencia y control no parece contentar a los desorientados compradores que seguimos añorando el mercado anterior a la redada.