Cansancio

Yoani Sánchez

27 de julio 2011 - 06:52

Era muy temprano, las ojeras del locutor se veían como dos heridas oscuras y el sol todavía no castigaba demasiado en la plaza Máximo Gómez. Sobre asientos mullidos, un pequeño grupo presenció en vivo el acto por el 26 de julio en la provincia de Ciego de Ávila. Mientras, el resto de la plaza se sentaba en sillas plásticas o se quedaba simplemente de pie. Del lado de acá de la pantalla, los pocos televidentes despiertos a esa hora hacíamos un esfuerzo para no volver a dormirnos. El evento era tan aburrido y tan predecible en su estructura que por momentos parecía la retrasmisión de algún año anterior. Ni siquiera una brisa espontánea le movía el cabello a los asistentes. Hasta la mosca que se encaprichó en salir en cámara, sobre el rostro del orador principal, se veía irreal.

Pero la mayor monotonía vino con las palabras de José Ramón Machado Ventura. Una hora después de haberlas escuchado, era difícil recordar qué había dicho el más gris de todos los vicepresidentes, el más dogmático de los ortodoxos. Durante las programadas pausas del discurso, alguien gritaba una consigna que después repetía la multitud. Los aplausos también se escuchaban convenientemente administrados, sin exabruptos no autorizados, sin arranques. Una enorme credencial colgaba del cuello de quienes disfrutaban de una silla. Desmintiendo, con tanto exceso de papel y plástico, los llamados a la eficiencia y a poner fin a la burocracia que salían del podio.

En un momento que debió ser el final, aunque bien podía resultar sólo un receso en el guión, Raúl Castro se fue sin haber dirigido la palabra a la muchedumbre. Se levantó de su silla y se marchó, seguido bien de cerca por un leal guardaespaldas que tiene más protagonismo televisivo que algunos ministros. La plaza comenzó a vaciarse rápidamente, a la par que el locutor intentaba cerrar con ciertos lemas que una vez movieron pasiones. ¿Y esto es lo que queda? pensé con pena ajena ¿Con esta coreografía del agotamiento pretenden mover pasiones? Apagué la tele en mitad de una frase y volví a conciliar el sueño. Afuera, ya el sol estaba calentando balcones, secando charcos, revelando grietas.

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