El carnaval de los muertos
La rumba va de un lado a otro y el jolgorio surca el malecón habanero, en un verano que obliga a secarse el sudor con las mangas de la camisa. Desde el octavo piso de un edificio cercano, un hombre ya no puede escuchar las tumbadoras y los gritos de los borrachos. Sus pensamientos van acompañados de ráfagas de ametralladoras, del olor de un África lejana donde perdió a un amigo, la cordura y el sueño.
Ariel es el personaje protagónico de El carnaval y los muertos, última novela de Ernesto Santana, un auténtico escritor sombra, en una ciudad también apagada. Para quienes ya conocemos su escritura, cruda, certera y cargada de cuestionamientos, este nuevo texto nos hace reencontrarnos con una sordidez cotidiana que de tan común ya casi ni vemos. Nos arrastra hacia el trauma de quienes fueron llevados a tierras distantes e involucrados en una guerra que no entendían, que todavía hoy muchos no comprendemos. La historia de amor, los fantasmas, el VIH, componentes también de este drama de apenas 175 páginas. Una ficción de muertos que van y vienen, de espectros con charretera y medallas, llenos de alcohol, necesitados de olvidar, urgidos de lanzarse al vacío. En fin, un libro al estilo más íntimo y descarnado de Ernesto Santana, ganador este año del concurso literario "Novelas de Gaveta Frank Kafka".
Muy pronto estaremos presentando en nuestra casa -piso catorce de un edificio modelo yugoslavo que bien podría estar en cualquier parte de Cuba- esta obra estremecedora e indispensable. No son bienvenidos ni el triunfalismo ni la desesperanza.