Carnavales

Yoani Sánchez

28 de julio 2008 - 17:51

El malecón habanero se prepara para los carnavales. En la Piragua varios carpas se anuncian como restaurantes de comida internacional y coloridos kioscos surgen por toda la zona costera. Ya pueden verse -en las aceras y los portales- las estructuras metálicas que se usarán para los palcos, mientras las comparsas ajustan las coreografías que mostrarán a partir del viernes.

Producto de los sucesivos cambios de fecha que han sufrido nuestras fiestas populares, somos un pueblo que no sabe muy bien cuándo comienzan sus carnavales. Nos toma por sorpresa el anuncio de que van a iniciarse y ni siquiera nos frustramos demasiado cuando nos dicen que están suspendidos. Recuerdo que en el verano del 2006 nos quedamos con las carrozas pintadas, ya que las congas habaneras no encajaban en el sombrío escenario de la enfermedad de Fidel Castro.

Por suerte, este año las comparsas arrollaran. Seguiremos viviendo un carnaval esquizofrénico: la mayor parte de los productos en moneda convertible y una porción pequeña de placeres para los que solo tienen pesos cubanos. Nuestro jolgorio ha dejado de ser, debido a la violencia y la marginalidad, una cita para toda la familia. Pero aún así, es el momento para sacudirse las consignas, las escaseces y las expectativas frustradas. Bailar es una magnífica forma de olvidar.

Así que habrá festejo, en ese mismo perímetro de costa donde -hace catorce años- los habaneros mostraron su inconformidad en un estallido social. Beberemos alrededor del muro que ha sentido el peso de las balsas improvisadas con rumbo al norte. Habrá salsa y reggaetón, en la misma avenida marítima que hace meses no ve pasar una manifestación coreando slogans y agitando banderitas. En ese malecón que nos ha visto gritar, partir y fingir, vamos –por estos días- a divertirnos.

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