¿De dónde son los carteles?
Este domingo en el noticiero el presidente de la Central de Trabajadores de Cuba anunciaba un 1 de mayo donde se evidencie la “inventiva creadora” de nuestro pueblo. Sus palabras iban acompañadas por las conocidas imágenes de miles de personas desfilando en una Plaza llena de carteles, banderas y pullovers multicolores. Al ver tanta exuberancia, volvió mi vieja duda de dónde se confeccionan todos esos elementos vistosos que resplandecen bajo el sol de mayo.
Si nos guiáramos por las palabras de Salvador Valdés Mesa, se trataría de la iniciativa ciudadana la que diseña, pinta y colorea los posters y las ropas. Sin embargo, todos sabemos que no es posible comprar en pesos cubanos –la moneda en la que se reciben los salarios- ni una bandera cubana, ni pintura de aceite o acrílica y mucho menos camisetas o gorras. Tampoco se puede adquirir legalmente una impresora para lograr las letras perfectas que exhiben los afiches de las movilizaciones. ¿De dónde, entonces, salen los carteles que pretenden ser fruto de la espontaneidad popular?
Conozco la respuesta y sepan que poco tiene del arrojo de un obrero que escribe sus demandas en un lienzo. Tampoco se parece a la decisión de un sindicato autónomo que organiza pancartas para que sus miembros exijan mejoras laborales. La mayoría de esos letreros son orientados y diseñados por aquellos que los miran “embelesados” desde la tribuna. Ellos saben que si dejan a los trabajadores –por sí solos- que hagan los carteles, probablemente dirían otras cosas.