Los CDR, una organización parapolicial sin empatía con la crisis

Cartel que han colocado en los bajos de un edificio en La Habana. (14ymedio)
Cartel que han colocado en los bajos de un edificio en La Habana. (14ymedio)
Yoani Sánchez

26 de septiembre 2023 - 22:01

"Desde un diente de ajo", así reza el cartel que han colocado en los bajos de nuestro edificio en La Habana para convocar a donar recursos para la fiesta de los Comité de Defensa de la Revolución (CDR). La organización parapolicial, que vive sus momentos más bajos, planea celebrar su 63 aniversario en medio de una profunda crisis que afecta especialmente al acceso a los alimentos más básicos. La conmemoración de su nacimiento llega, además, acompañada por su décimo congreso, que se realizará a partir de este miércoles a pesar de los números rojos de la economía.

Mientras se dictan medidas para recortar las jornadas laborales, desconectar los frigoríficos y aparatos de climatización durante ciertas horas del día, los CDR no escatiman recursos para reunir a sus directivos, alardear de músculo político y celebrar cumpleaños y congreso en una misma semana. Daría mucha molestia si no fuera porque la organización que nació para vigilar y controlar a los cubanos a nivel de barrio no goza de popularidad alguna en estos tiempos y pocos le dedican siquiera un pensamiento. Como un cadáver insepulto, va dando tumbos a la espera de que por allá arriba le lancen encima las últimas paletadas de tierra.

Conocedores de la muerte del otrora gigante del espionaje familiar y doméstico, muchos de sus antiguos defensores se han retirado lentamente de las responsabilidades al frente de los CDR. Aquellos que hace unos años, en nuestro edificio, nos tocaban la puerta con entusiasmo pidiendo unas yucas, unas malangas o alguna cebolla para el aguado ajiaco –rebautizado como "caldosa", por obra y gracia del lenguaje oficial– ya ni siquiera aparecen. Tienen sus propios dramas personales que sobrellevar y saben que los CDR no estarán ahí para ayudarles a estirar la pensión, convencer a los vendedores de que les rebajen el precio de la comida ni para gestionarles un medicamento.

No obstante, en mi casa vamos a ofrendar más que un diente de ajo para la ocasión. Estamos dispuestos a desprendernos de una cabeza completa que aleje a una organización que solo ha traído división y miedo a la vida de los cubanos. Como a un vampiro sediento de intimidad ajena y que se nutre de todo aquel que tenga ideas propias, le vamos a colgar una ristra completa en la puerta... para ahuyentarlo.

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