Los que no dan la cara
El filme “La vida de los otros” que se proyectará el 8 de diciembre en el Cine Acapulco, pondrá ante el público cubano escenas más que conocidas. La muestra de cine alemán, organizada dentro del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, nos traerá una historia que bien podría ser la de un vecino, la de un amigo o la nuestra propia. Nos confirmará que la sensación de sentirnos observados no es un delirio paranoico de nuestras mentes, sino la clara evidencia de un aparato de espionaje que actúa en las sombras.
Aquellos que logren atrapar una butaca, podrán identificar en el rostro y la actitud de Wiesler (el capitán de la Stasi) al agente “Moisés”, a “Erick”, “Carlos” o “Alejandro”. Comprenderán que eso de intervenir las líneas telefónicas, llenar de micrófonos una vivienda o chantajear a alguien con sus más oscuras perversiones, son técnicas de las que los inquietos muchachos del Ministerio del Interior, no tienen el copyright.
Aprendí, hace tiempo, que la mejor forma de burlar a los “segurosos” es hacer público todo lo que uno piensa. Al firmar con el nombre, al decir por lo alto las opiniones y al no esconder nada, les desarmamos sus oscuras maniobras de vigilancia. Ahorrémosles pues, con nuestras “vísceras al aire”, las largas horas de escuchar grabaciones, los agentes encubiertos, la preciada gasolina de los autos en los que se mueven y las maratónicas jornadas buscando en Internet nuestras opiniones divergentes.
Sepamos también que “estos” -los de aquí- no son “alemanes”. Así que de vez en cuando descuidan su trabajo para mirar las cimbreantes caderas de una joven que pasa; se les pierden los papeles o se quedan dormidos mientras atisban por nuestras ventanas. No obstante, se parecen a los agentes teutones en su incapacidad para dar la cara, para decir sus verdaderos nombres o para firmar y publicar todo aquello que nos dicen –al oído- en la impunidad de la penumbra.