La espera
Mi madre oscila de un lado a otro. Se apoya primero en una pierna y luego en la otra, mientras yo me abrazo a sus caderas con mis delgados brazos de siete años. ¿Para qué es la cola? No sé, quizás estamos en la parada del ómnibus, a las afueras de una tienda donde han sacado platos o frente a una farmacia para comprar unas aspirinas. Es una larga fila al sol y tal parece que nuestro turno nunca llega.
Se abanica. Sigue bamboleándose a la derecha y a la izquierda. Con ese movimiento, mi madre –sin percatarse apenas– me está enseñando el arte de la espera, el ejercicio de paciencia para enfrentar las largas colas que me aguardan.