Fama y aplausos
Durante más de una década, la esquina de Infanta y Manglar mostró la mole inacabada de un edificio de veinte plantas. Su terminación se había quedado varada con la llegada del Período Especial y el fin de aquel concepto constructivo llamado “microbrigada”. Los que comenzaron levantando los cimientos con la ilusión de obtener un apartamento en el espigado inmueble, rabiaron de impotencia cuando se les anunció que no se podía continuar su construcción. Habían entregado años de sus vida a levantar las paredes y de pronto la ansiada casa se les escapaba con la misma celeridad que los técnicos soviéticos abordaban los aviones de regreso a su patria.
Con sus veinte pisos incompletos y aún rodeada de restos de materiales constructivos, la edificación pasó a ser una de esas ruinas nuevas que desdoran nuestra ciudad. Los enormes problemas habitacionales hicieron que muchos planificaran ocuparla ilegalmente, con tal de no seguir en el albergue para damnificados de algún remoto ciclón. Sin embargo, el sitio estaba bien custodiado pues en alguna oficina ya se cocía un plan para reabrir la obra y otorgar sus apartamentos. Los vecinos vieron retornar las grúas, los camiones con cemento y a unos constructores que no residirían allí después de la inauguración. En lugar de los primigenios microbrigadistas, los propietarios serían seleccionados por sus méritos políticos, artísticos o periodísticos. Todos entendimos de qué se trataba: el edificio de Infanta y Manglar sería entregado a los más fieles.
En medio de la campaña por traer a Elián González de regreso a Cuba, se destacaron algunas voces que inmediatamente vieron compensado su entusiasmo con la llave de una nueva vivienda. La picardía popular bautizó al finalmente terminado edificio del Cerro, como Fama y Aplausos –en alusión a un programa televisivo– pues empezó a llenarse de cantantes, directores de cine, caricaturistas, ministros, reporteros y actores. Participar en la Batalla de Ideas* ya tenía un resultado concreto, poder disfrutar de un ventanal con vista al paupérrimo barrio de San Martín. A muchos, el obtener finalmente una vivienda propia los hizo comprometerse aún más con el discurso oficial y su proyección pública aumentó unos grados en la incondicionalidad. Abajo, el iluminado parqueo se llenó rápidamente de modernos autos que venían a completar la ya sustanciosa prebenda.
Los ojos que atisban en las humildes viviendas colindantes siguen sorprendidos de que el ruinoso edificio de antaño sea esta mole, recién pintada y de cristales sensibles al sol, con rostros famosos asomados en cada ventana.
• *La llamada Batalla de Ideas fue una vuelta de tuerca en la propaganda ideológica que arrancó con el caso Elián González y feneció –sin que la prensa oficial lo anunciara– hace ya un par de años. Consumió enormes recursos económicos en movilizar a los participantes de las Tribunas Abiertas, confeccionar pullovers con consignas políticas y organizar marchas de reafirmación revolucionaria.