El gesto de Carlitos
La Habana/Lo recuerdo así, recostado sobre la mesa, con la cabeza inclinada y la mirada vacía. Carlitos apenas había cumplido veinte años y toda su gestualidad tenía el desgano de alguien que había vivido demasiado. Aquel joven terminó por emigrar –como tantos otros- y supongo que en su nueva vida hay poco tiempo para dejar pasar las horas reclinado y aburrido. Sin embargo, esa imagen física de la apatía y de la falta de proyectos personales la sigo viendo por todos lados. Es como si el cuerpo hablara y, con su postura, dijera lo que tantas veces las bocas callan.
Cuando algún día se haga el glosario de la gestualidad cubana, habrá que incluir esta pose de "caída en los abismos de la nada". Esta apariencia de derrotados de antemano que, como Carlitos, transmiten muchos jóvenes y no tan jóvenes de este país. Es el fastidio al mover las manos, la lentitud en los párpados, la somnolencia permanente y cierto relajamiento en los labios que apenas articulan palabras con dejadez, cuando no quedan cortadas en simples monosílabos. El reloj que avanza y no importa, la vida que pasa y tampoco importa mucho, el país que se nos escurre entre los dedos e importa a menos gente aún.
Mientras los próceres se alzan altivos en sus pedestales de mármol, la realidad nos encuentra doblados, cansados y echados sobre el primer mueble que se nos ponga por delante. ¿Será acaso la rebeldía de la indolencia? ¿El grito sordo del desinterés? No sé, pero por todos lados hay esas poses que traslucen falta de sueños personales y nacionales.