El gran alumbrón

Yoani Sánchez

05 de enero 2011 - 08:23

Pinar del Río es una ciudad sin cines, un trozo urbano donde apenas pasan autos y en las noches tiene las calles oscuras y vacías. Sin embargo, algunos proyectos personales brillan en medio de tanto marasmo. Uno de ellos es la casa taller de Pedro Pablo Oliva, con su sala a medio camino entre el hogar familiar y la galería de arte. Allí te mandan a pasar, te dan café, te enseñan el lienzo colgado en la pared o la escultura que yace en una esquina, sin preguntarte quién eres, de dónde has venido. La primera vez que lo visité, Oliva daba pinceladas a un Fidel Castro en óleo, visto como a través de un aparato de radiografías. Flotaba con su barba rala y entre las manos tenía una doncella casi asfixiada, que se parecía –irrefutablemente– a Cuba. En la parte inferior del cuadro, diminutas personas con las cuencas de los ojos vacías presenciaban el forzado estrujón que el Máximo Líder le infringía infligía a la patria.

Regresé a mi casa atesorando el cariño que me dieron aquel pintor, su esposa Yamilia y sus hijas, una de ellas con el hermoso nombre de “Azul”. Sentí que con gente así era posible el abrazo, el entendimiento, el debate; era posible incluso volver a alumbrar de vida las calles de Pinar del Río. Pocos meses después, supe que los mítines de repudio habían marcado también aquel lugar, cuando Yamilia empezó a realizar una serie de performances públicos bajo el título de “Sin permiso”. Seleccionó para ello el día 10 de diciembre, fecha en que en esta Isla los demonios de la intolerancia se desbocan. El resultado, un tumulto de gente gritando frente a su puerta, impidiéndole salir a llevar sus caballetes para que los transeúntes los llenaran de colores en las plazas y los parques. Un año después, también en la jornada por los Derechos Humanos, se volvió a repetir la misma escena, esta vez incluso con piedras y palos amenazantes que la obligaron a quedarse en casa.

A través del móvil, Yamilia mandó su mensaje de auxilio y recuerdo haber subido a Twitter aquel S.O.S que me llegaba desde el oeste. En un momento incluso recomendé públicamente que Pedro Pablo Oliva, figura emblemática de nuestra cultura, se pronunciara sobre lo que ocurría tan cerca de él. Hace unos días me llegó su respuesta, con la aclaración de que podía hacerla pública si así lo estimaba. Sus palabras son de un tono tan libre y reconciliador que creo merece la pena que las comparta con ustedes. Cuando las leí, supe que el cine de Pinar del Río algún día reabrirá y que esa inmovilidad urbana y cívica dará paso a una ciudad más viva, menos sectaria. A El gran apagón, que él mismo pintó en los años más difíciles del Período Especial, le ha surgido una velita aquí… una luciérnaga allá.

Video de obras de Yamilia Pérez

Carta de Pedro Pablo Oliva:

Yoani:

Quiero primero saludarte y preguntarte cómo anda tu salud y la de tu esposo, la última vez que nos encontramos fue en la calle Obispo a raíz de una cita que solicitó al oficial que te raptó  (por decirlo de una manera poética) aquellos días feos y torpes. Él me enseñó las marcas de la violencia.

Voy al grano para no extender mucho mis palabras.

Me imagino conozcas la declaración que la Casa-Taller (proyecto que tengo hace 10 años) emitió relacionado con las acciones plásticas que Yamilia Pérez Estrella, en aquel momento mi esposa, realizó en la provincia de Pinar del Río, todavía está en Internet.

En algunos de los párrafos de esa declaración dejé expresada mi posición, pero si quieres puedo dejar definido otras cosas mucho más claras.

Estoy, estuve y estaré en contra de cualquier uso de la violencia manipulada o no para acallar un pensamiento o una idea, resulta realmente bochornoso intentar con agresividad imponer un pensamiento o intentar hacerlo desde la intimidación. Todo acto de este tipo genera rechazo y repulsión y en nada ayuda en la tan necesaria unidad de este país marcado por conflictos políticos y familiares.

Por otra parte creo y creeré siempre que el artista necesita espacios más abiertos de comunicación, y por eso lucha.

Mi generación por otra parte creyó en la función social del arte, yo al menos lo asumí con orgullo de ahí mi afán por una obra que intentara reflejar su contexto y que llevara un análisis crítico de la sociedad. Más de una censura he tenido por ello.

A Yamilia me une el afán por cambiar el mundo, por intentar hacerlo mejor, siempre desde posiciones diferentes, ella desde la confrontación directa como lo hacía o hace Tania Bruguera, yo desde el mismo sitio donde nacen los proyectos sociales, cuestionando o no, criticando o no. En algo estamos totalmente de acuerdo: -no es esta una sociedad perfecta, tampoco otras que he vivido lo son.

Sueño con una sociedad diferente, utopía de esté hombre que soy y que ha vivido años tras años aciertos y fracasos, pero que no cesa de luchar por ese sueño.

Soy, Yoani, de los que cree que los contrarios necesitan expresarse como lo hacen el día y la noche, lo húmedo y lo seco, creo sin miedo en la necesidad de más de un partido porque las personas tienen derecho a agruparse por afinidad de pensamientos o filosofías o por la preciosa coincidencia de soñar.

Si me preguntaran un día, (cosa que dudo) a qué partido me gustaría pertenecer respondería que a uno que no encierre a sus hijos por pensar diferente, a ese que permita el fluir de las ideas como el río corre entre las dos orillas, a ese que me enseñe que sus hijos estén donde estén recibirán el dulce abrazo de la patria, ese que respete que una mujer ame a otra mujer y un hombre a otro hombre. Aquel que cultive paso a paso el encantador embrujo del amor. Ese que te enseñe el horizonte no como fin sino como comienzo, ese partido que no te diga –esto es, sino que sea abierto como las alas de una mariposa, el que cuide a sus hijos del fantasma odioso del hambre y el terrible flagelo de los dogmas. Un partido que como fin entienda que las nuevas generaciones necesitan dirigir el país y expresarse como se expresa el viento y la lluvia, y muchas cosas más, Yoani, que sería interminable nombrar y que forman parte de ese sueño al que aspira este hombre.

Si algo he aprendido en todos estos años es que una persona no puede permanecer tanto tiempo dirigiendo un país, puedo entender la presencia de un partido 20 ó 30 años, tal vez 50; pero no dirigido siempre por la misma imagen, los rostros, la manera y el pensamiento; son necesarios cambiarlos cada cierto tiempo, cada hombre puede tener un método diferente.

Disculpa mi disgregación o incoherencia. Sabes que Yamilia tiene una obra demasiado corta, pero sé que tiene espíritu y agallas suficientes para superar cualquier obstáculo en el proceso de creación.
Esta es mi posición, no hay otra, da pena ver tanto aparataje oficial girando alrededor de una delgada muchacha para impedirle hacer una acción plástica un día que alguien le adjudicó erradamente a la disidencia, si surgieran diez Yamilia, me imagino que desplegarían todo el ejercito.

Te aseguro, Yoani, que este hombre vive sin miedo.

Mi cariño hacia ti,
tu
Pedro Pablo Oliva.

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