Hable ahora o calle hasta el próximo debate
Tal vez son sólo mis deseos de creer que algo está cambiando los que me han hecho notar cierta tendencia a la catarsis colectiva. Donde antes había hombros encogidos y caras volteadas, veo ahora dedos que señalan los problemas y bocas que emanan inconformidad. A la primera oportunidad, que lo mismo puede ser en una reunión de padres en la escuela o en una conversación mientras se hace la cola del pan, las lenguas se sueltan. Las corrosivas palabras van desmontando lo que a los medios oficiales les cuesta cada vez más trabajo hacernos creer.
Un muro de lamentos se extiende, por estos días, a lo largo de toda la isla. Motivado en parte por el llamado a debatir el discurso de Raúl Castro el 26 de julio, pero fundamentalmente por el agotamiento de un “ciclo de silencio” que ha empezado a quebrarse. Poco a poco nos va deleitando esto de hablar públicamente de nuestros problemas. Le vamos cogiendo el gusto a emplazar al gobierno, mientras que lo masivo del lamento nos contagia y envalentona.
Hay mucho escepticismo también, por parte de los que han vivido otros conatos de debate que no han conducido a nada. El recuerdo de las discusiones que precedieron al 4to Congreso del PCC y su posterior silenciamiento, son el argumento que exhiben algunos de los que no se pronuncian. Sin embargo, quisiera creer que esto que hoy vivimos es imparable. Los que han empezado por expresar su descontento por los bajos salarios, la corrupción o el deterioro del sistema de salud pública, llegarán inevitablemente a cuestionarse el sistema político, el real poder de decisión del pueblo y hasta las relaciones internacionales.
Puede ser pura ilusión la mía, pero me parece que lo que ha empezado con el susurro va a terminar en el grito.